Capítulo 43
Isabel tomó la iniciativa de hablar.
—¿Quieres que despierte a la señora Nancy? Últimamente, cada vez que está despierta, me habla de ti. Ahora que por fin has venido, seguro que estaría encantada de verte.
Elena, sin embargo, lo negó: —Mejor no la despiertes. Déjala descansar un poco más; no te afanes volveré a visitarla más tarde.
—Está bien, ven a verla más seguido. pobrecita ella se siente muy sola.
Elena estaba a punto de despedirse de Isabel cuando de pronto se escuchó la voz de Xavier desde afuera de la habitación: —¿Cómo vas con lo de Sergio?
Xavier continuó: —Necesitas esforzarte un poco más, me temo que tu abuela no aguantará mucho tiempo más.
Xavier agregó: —Está bien, confío en que podrás hacerlo. La familia Sánchez está muy orgullosa de tener a alguien como tú.
Xavier concluyó: —¡Eres mucho más capaz que Elena! Por eso te elegí sin dudarlo en aquel entonces.
A pesar del aislamiento acústico de la habitación, Elena podía oír con claridad, sintiendo un dolor agudo en el corazón.
A pesar de no tener lazos de sangre, habían sido como padre e hija durante la mayor parte de su vida. ¿Cómo podía Xavier ser tan indiferente a sus sentimientos?
Isabel abrió la boca, intentando ofrecer consuelo.
Elena, sin embargo, se dirigió a toda prisa al baño de la habitación: —No quiero encontrarme con él, por favor no le digas que estoy aquí.
—Tranquila, no te preocupes, no lo haré.
Elena se escondió silenciosa en el baño, y poco después, la puerta se abrió.
La voz de Xavier aún resonaba con fuerza.
—¿Cómo está mi madre ahora? ¿Sigue igual de mal? ¿Es cierto que si no se opera no durará mucho?
Isabel le recordó en voz baja: —Su madre está durmiendo.
—Vine a verla por algo importante, de todos modos había que despertarla. ¿Así que la situación sigue siendo grave?
—Ay... Sí.
—Ve afuera, necesito hablar urgente con ella en privado.
—Está bien, pero por favor, no le digas nada que pueda alterarla. Su condición es muy delicada y no puede soportar emociones fuertes.
—Sal ya, esto no es asunto tuyo.
Cuando el sonido de los pasos de Isabel se alejaron y, la puerta de la habitación se cerró.
—Mamá, despierta.
Elena, oculta en el baño, estaba preocupada por Nancy pero no quería salir y enfrentarse a Xavier. Solo podía ansiosa aguantarse.
Después de un rato, por fin se escuchó una voz débil desde afuera.
—Xavi... Has venido.
Sin rodeos, Xavier le dijo: —Mamá, entréganos los manuscritos de una vez por todas. Sabes que la compañía está en dificultades, tienes que pensar en la empresa y en las futuras generaciones. Debes haber acumulado bastantes obras a lo largo de los años, ¿verdad?
—Darte esos manuscritos ahora no serviría de nada, además tú no entiendes de arte... Tampoco sabes cómo manejar la compañía, Xavi. Debes tomarte en serio cada cargo de la compañía, no solo preocuparte por otras trivialidades. De lo contrario... La empresa no durará... Tarde o temprano... Acabará...
Nancy hizo un esfuerzo por convencerlo, pero Xavier no estaba dispuesto a escuchar, y poco a poco se impacientó.
—¡Lo único que sé es que si no me das tus manuscritos ahora, la compañía se acabará inevitablemente! ¿Cómo puedes soportar verme arruinado?
—Ya le entregué los manuscritos a alguien más adecuado para cuidarlos... Nunca has tratado mis obras como tales, sino solo como herramientas para ganar dinero, y eso no perdurará... Xavi, espero que lo comprendas.
—¡No lo entiendo!
Xavier gritó enloquecido: —¿Acaso no es para ganar dinero? ¡Ese es el propósito de su existencia! Bueno, si no me lo vas a decir, lo buscaré por mi cuenta, ¡y si tengo que voltear la casa entera, pues lo haré y punto!