Capítulo 76
Elena estuvo en brazos de Ricardo durante todo el incidente; aparte de un golpe en la mano, no sufrió mayores daños.
Sin embargo, la situación de Ricardo era más preocupante: una rama seca del césped se había clavado en la pantorrilla de Ricardo y la sangre fluía por su pantalón mientras él fruncía el ceño de dolor, aunque intentaba sonreír pálidamente cuando Elena lo miraba.
—Menos mal que estás bien.
Dijo con una voz que bastó para hacer que Elena rompiera a llorar.
Las lágrimas de Elena caían incontrolablemente mientras observaba la sangre que no dejaba de brotar de la pierna de Ricardo, sintiéndose impotente ante la vista de la rama seca atravesando su pantorrilla; solo de verla, dolía.
Ella intentó presionar la herida en la pierna de Ricardo con su mano, pero temía que tocar la rama seca aumentara su dolor.
—Yo... yo llamo a una ambulancia ahora mismo.
—Está bien, no es nada.
Respondió Ricardo, apretando los dientes.
Cuanto más lo decía, más pánico sentía Elena.
Si Ricardo simplemente se hubiera apartado y no la hubiera protegido, probablemente él no estaría herido. Ahora, por salvarla, él estaba en esa condición.
Elena se sentía culpable.
Alrededor, había espectadores murmurando algo, y el conductor responsable había regresado a su auto y estaba hablando por teléfono, mirándolos de vez en cuando.
En una avenida principal de la ciudad, y a una velocidad de cincuenta o sesenta yardas, era extraño que el impacto fuera tan grande.
Pero en ese momento, la mente de Elena estaba demasiado agitada para pensar en otra cosa.
Estaba muy preocupada por la situación de Ricardo.
—¡No puede pasarte nada!
—¡Tienes que estar bien!
A pesar de su palidez, Ricardo aún conseguía sonreír al verla: —¿Así que ahora te preocupas por mí?
Elena lo miró fijamente.
—¡No hables! ¡Ahorra energía!
Unos quince minutos después, llegaron tanto la policía de tránsito como la ambulancia. La policía dispersó a la multitud y los médicos subieron a Ricardo a la ambulancia, con Elena siguiéndolos de cerca.
Se dirigieron al hospital a toda velocidad.
En cuanto llegaron, Ricardo fue llevado directamente a cirugía, y Elena solo podía esperar ansiosamente fuera.
Todo lo que tenía en mente era esperanza, esperando que Ricardo estuviera bien.
A mitad de la cirugía, su celular sonó, y viendo el nombre "Sergio" en la pantalla, recuperó algo de su compostura, recordando un asunto importante.
Ella había quedado con Sergio a las tres para ir al Registro Civil a casarse, y ya eran las 3:12 p.m.
Miró su celular, y luego la sala de operaciones que indicaba "en proceso". Finalmente, contestó la llamada.
La voz fría de Sergio resonó desde el otro lado.
—¿Dónde estás? ¿Por qué no has llegado?
Su voz era fría, con un matiz de frialdad.
Elena sintió la garganta áspera mientras respondía con dificultad: —Lo siento...
—¿Qué significa "lo siento"?
—Hoy me surgió un imprevisto, no puedo ir a registrarnos para casarnos. ¿Podemos reprogramarlo para otro día?
Esta respuesta solo hizo que Sergio se enfureciera más, y su voz se volvió aún más fría.
—Elena, ¿piensas que no tengo nada mejor que hacer que esperarte a que decidas cuándo podemos vernos? ¡Mi tiempo es valioso y no está para que tú lo desperdicies!
—Pero realmente no puedo ir hoy, estoy en el hospital.
—¿Te has lastimado?
—No, es... Un amigo mío está herido.
—¿Un amigo? —Sergio percibió algo inusual y preguntó—: ¿Hombre o mujer?
—Un hombre...
—Elena, increíble cómo cancelas nuestros planes por un hombre —Sergio se rió con sarcasmo—: ¡Perfecto, excelente! ¿Quieres que Javier se opere, verdad? Pues olvídalo, no pienses ni en eso!