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Capítulo 81

Elena, ansiosa, agarró el borde de la camiseta de Laura: —¿Qué hora es? —Son las seis y media... —¡Dios mío! —¿Qué pasa? —Nada importante... —Elena se tocó el estómago, un poco avergonzada, y luego miró a Laura—. Laura, tengo hambre. Laura se relajó. —Me asustaste, pensé que algo malo había pasado. Si solo es hambre, está bien, yo también tengo hambre. Voy a prepararte algo delicioso. —¡Gracias, Laura! —No tienes por qué ser tan formal conmigo, te avisaré cuando esté listo. —De acuerdo. Laura se dirigió a la cocina para preparar la comida, mientras Elena aprovechaba para sacar su celular y revisar sus mensajes. El celular estaba en silencio. El icono de Sergio permanecía tranquilo en su directorio de contactos, sin ninguna nueva notificación. Ese silencio le resultaba extraño a Elena, ya que cuando Sergio estaba de mal humor, solía bombardearla con mensajes, pero ahora reinaba una calma total, lo que la hacía sospechar que quizás él la había bloqueado. Elena escribió [¿Estás ahí?] en el chat y lo envió a Sergio. Contrario a sus expectativas, no apareció el típico aviso de error del sistema; el mensaje simplemente se quedó allí, tranquilo. ¿Se envió correctamente? Entonces, Sergio no la había bloqueado. Elena rápidamente redactó y envió varios mensajes más. [Lamento mucho lo de ayer, fue por una emergencia que tuve que cancelar, estaré disponible cuando tú puedas.] [O si prefieres, puedes poner condiciones, siempre que sea algo que pueda cumplir, lo haré.] A diferencia de otras veces, Sergio solía responder casi inmediatamente, pero ahora, después de enviar sus mensajes, solo hubo un largo silencio. Sin respuesta. Aún sin respuesta. Pasaron treinta minutos y Sergio no le había respondido. Elena solo pudo enviar otro mensaje: [¿Qué necesito hacer para que me perdones?] Este mensaje, al igual que los anteriores, quedó sin respuesta. Elena no pudo evitar dejarse llevar por su imaginación. Pensó que quizás Sergio simplemente no había llevado su celular. O estaba en una reunión muy importante. Por eso no había visto los mensajes. Intentó consolarse con todo tipo de suposiciones. La voz de Laura desde afuera interrumpió sus pensamientos. —Eli, ¡la comida está lista! —¡Ya voy! Elena sacudió la cabeza, intentando olvidarse de esos pensamientos confusos, y se levantó para ir a comer. Quizás con algo de comida en el estómago podría pensar mejor en todo esto. En el comedor, Laura había preparado tres platos y una sopa: alitas de pollo con miel y mostaza, huevos con salsa de tomate, carne en salsa de chile, y una sopa de verduras. La simple vista de la comida despertaba el apetito. Elena, muy agradecida, se sirvió dos platos. —Cada vez que te veo comer tanto, siento una gran satisfacción —comentó Laura. Elena, ayudando a recoger los platos, respondió con una sonrisa: —Es que está delicioso, Laura, cocinas como una chef profesional. Laura sonrió, complacida. —Tienes un don para decir lo correcto. Ambas se sentaron en la sala para ver televisión después de limpiar. Elena sacó su celular para verificar si había alguna novedad de Sergio, pero seguía sin recibir mensajes. Había pasado casi una hora desde que envió el primer mensaje. ¿Estaba preparando darle el tratamiento del silencio? ¿Quién podría imaginar que dos personas que ayer hablaban de casarse, hoy parecían dos líneas paralelas que nunca se cruzarían? Laura, de repente, mencionó: —Con lo de la mudanza, ¿tendrás que posponerla? —Sí, aún no sé cuánto tiempo se retrasará. Laura se recostó sobre el hombro de Elena y dijo con una sonrisa: —No importa, de todas formas no quería que te fueras. Así podrás seguir disfrutando de mi comida un poco más.

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