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Capítulo 95

Pero Elena, al ver a Sergio, no pudo evitar mostrar una expresión de alegría. —¡Por fin quieres verme! Sergio levantó la mirada, sus ojos fríos reflejaban una distancia desconocida. —¿Así que fue por Ricardo que decidiste plantarme? —¿Te refieres a aquel día? —Elena respondió obedientemente, intentando explicar. —Hubo un accidente de tráfico inesperado; nadie quería que pasara algo así. —Pero aun así, lo elegiste a él. —No podía simplemente ignorarlo... Sergio la interrumpió: —¿Y entonces me dejaste a mí? Una sola frase dio en el clavo. En el fondo, Elena sabía que en este asunto tenía la culpa. No podía refutarlo, solo pudo inclinar la cabeza y disculparse con sinceridad: —Lo siento. Pero si pudiera volver atrás, aun sabiendo el resultado, habría tomado la misma decisión. No podía simplemente ver cómo quien la había salvado era llevado en una ambulancia y no hacer nada, para luego correr a registrar un matrimonio como si nada. Simplemente no podía. Además, entre ella y Sergio no había más que un contrato, una actuación; ¿qué importaba si era un día antes o después? Ni siquiera entendía por qué Sergio estaba tan furioso. —¿Crees que un simple "lo siento" basta? —¿Entonces cómo quieres que me disculpe? Si es algo que esté en mi poder, haré lo que pueda... Antes de terminar su frase, sintió de repente un calor sobre sus labios. —¡Mmh...! Elena se quedó completamente atónita, intentando retroceder de forma instintiva, pero la mano de Sergio sujetó su cabeza con firmeza, sin darle posibilidad de escapar. Sergio forzó la apertura de sus labios, invadiéndola con un beso profundo y dominante, hasta dejarla casi sin aliento. Solo cuando se separaron un instante, Sergio habló con voz baja y profunda: —Así parece un poco más sincero. —Pero... —Elena, apenas recobrando el aliento, con los ojos humedecidos, susurró con fragilidad—: Nosotros... No tenemos esa clase de relación... —¿No fuiste tú quien aceptó casarte conmigo? —Pero era un matrimonio falso... —El certificado será real. Sin darle oportunidad de replicar, Sergio volvió a atrapar sus labios, besándola con avidez y pasión, como si quisiera absorberla por completo, integrarla a su propia sangre, para que nadie pudiera arrebatársela jamás. — Miguel había estado dando vueltas por el edificio de hospitalización. La brisa otoñal ya resultaba algo fría, y pensó que era hora de regresar al coche. —¿Cómo habrá ido la conversación...? Pero apenas abrió la puerta del coche, se encontró con la escena de los dos besándose apasionadamente. —¡¡¡¡!!!! No debería estar en el coche, ¡debería esconderse debajo de él! Al escuchar el ruido, Elena empujó a Sergio apresuradamente, ocultando su rostro rojo en una esquina. Sergio le lanzó a Miguel una mirada de desdén, claramente irritado por la interrupción. —Perdón, ¡me retiro inmediatamente! —Vuelve. Miguel regresó a regañadientes, cerrando los ojos con fuerza, decidido a no mirar nada inapropiado. —Conduce. —¿No iban a... seguir...? —Miguel no terminó de hablar, porque una sola mirada de Sergio bastó para que se callara al instante. Se subió obedientemente al asiento del conductor y arrancó el coche. —¿Llevo primero a la señorita Elena a casa? —Directamente a La Torre del Sol. —Entendido. Era una orden directa de Sergio; Miguel no se atrevía a contradecirlo. Puso el pie en el acelerador y se dirigió rápidamente hacia el destino. Pero Elena no estaba conforme. Su voz, aunque suave y dulce, llevaba una firmeza inusual.

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