Capítulo 2
—¿De verdad? ¿No me estás engañando?
Una voz emocionada se escuchó por teléfono.
Para Antonia, esa voz solo le resultaba repulsiva.
—Pero tengo una condición.
—Está bien, siempre y cuando aceptes casarte con la familia Treviño, te cumpliré cualquier condición.
Una pizca de burla se deslizó por la comisura de sus labios.
—Quiero que envíes un helicóptero a recogerme, que me ayudes a borrar todos mis registros aquí y, por último, te daré una imagen, necesitas encontrar a alguien que confeccione ese vestido de novia.
La voz confusa de Sara llegó a través del teléfono. —La familia Treviño ya tiene todo preparado, no necesitas ocuparte del vestido de novia. Además, ¿cómo puede una chica preparar su propio vestido?
Las manos bajas de Antonia temblaron ligeramente.
Ya no quería seguir hablando con ella, así que respondió con frialdad: —No te metas. Tú trae las cosas que te pedí y yo cumpliré el acuerdo y me casaré con Nicolás.
Justo cuando iba a colgar, la voz de Sara volvió a escucharse.
—Antes de casarte, recuerda divorciarte de Baltasar. A la familia Treviño no le importa que sea tu segundo matrimonio, pero tienes que arreglar bien las cosas con tu exmarido.
Antonia se rio de sí misma.
—No te preocupes, desde el principio hasta el final, siempre estado soltera. —Su brazo colgó entumecido.
—¿Qué? ¿Cómo que soltera?
Por el teléfono se oía vagamente la voz desconcertada de Sara.
Pero ella ya no le prestó atención y colgó la llamada.
—¿Soltera? ¿Quién es soltera?
De repente, una voz familiar sonó a su espalda.
Antonia se giró lentamente y vio a Baltasar, cuya expresión estaba rígida, con una sonrisa extraña en la cara.
Él cruzó la habitación con grandes zancadas y agarró fuertemente la muñeca de Antonia.
Le dolió el agarre, pero no soltó ni un solo quejido.
Su expresión permaneció tranquila y lo miró fijamente, sin parpadear. —Estoy soltera.
Los ojos de Baltasar la miraron intensamente.
De repente, una sonrisa apareció en sus labios, y la rodeó con fuerza por los hombros.
—Cariño, ¿eres soltera? Entonces, ¿qué soy yo para ti? No bromees, ¡no pienses que podrás librarte de mí en esta vida!
Sus labios cayeron sobre el centro de sus cejas.
Pero ella solo sintió un frío recorriendo todo su cuerpo.
Ella también quería preguntarle a Baltasar.
¿Quién se suponía que debía ser él para ella?
Apretó los dientes hasta saborear sangre, al mismo tiempo que sus uñas se hundieron en la carne de su palma, con una necesidad desesperada de gritar y liberar todo lo que sentía, pero solo pudo morderse el labio inferior, con los ojos llenos de ganas de llorar.
Al ver esto, Baltasar intentó, torpemente, limpiar las lágrimas de su cara.
¿Cuánto tiempo hacía que no veía a Antonia llorar de esa manera?
Esa imagen de ella despertó de inmediato su instinto de protección.
Él la miró con seriedad. —Cariño, ¿quién te ha hecho daño? Tú nunca lloras, ¿qué te pasa hoy?
El entrecejo de Antonia se contrajo unas cuantas veces.
¿Había llorado?
Se llevó la mano a la cara de forma instintiva y, en efecto, sintió humedad.
Miró a Baltasar, que parecía preocupado.
Aun así, eligió responderle con una sonrisa.
—Estoy con el período y me duele el vientre. Además, estoy cansada y quiero dormir.
Baltasar la tomó en brazos cuando intentó irse.
Entraron juntos, y el grupo de amigos que antes se burlaba de ella, de repente cambió de actitud y comenzó a elogiarlos, diciendo que eran la pareja perfecta y que estaban profundamente enamorados.
Baltasar los echó con una sonrisa.
Luego llevó a Antonia hasta la cama.
Se tumbó a su lado y, con la mano cálida, acarició suavemente su abdomen, masajeando en círculos.
—Cariño, ¿te sientes mejor?
Cada vez que tenía el período, ella sufría dolores menstruales insoportables.
Baltasar solía dejar todo el trabajo y volvía a casa solo para estar a su lado y darle calor.
Le encantaba oírla responderle con voz perezosa, medio dormida.
Decía que ese tono...
Le recordaba a los viejos tiempos...
Ella, en aquel entonces, era la hija de la familia Calderón de la capital, tímida y obstinada.
Tras la muerte de Simón, Sara se convirtió en una socialité conocida por todo el círculo.
Ella despreciaba a Sara, la odiaba profundamente.
Para mantener una imagen impecable, Sara buscaba riquezas acostándose con hombres.
Antonia, en rebeldía, empezó a ir a bares y a aprender a beber.
¡Por culpa de su madre, estuvo a punto de ser violada!
En el momento crucial, fue Baltasar quien la salvó.
Desde aquel día, ella se quedó a su lado.
Descubrió que él era el hijo ilegítimo de la familia Figueroa de la capital.
Supo de su origen difícil.
Supo que tenía su orgullo y dignidad.
Lo siguió a salir del país en secreto y lo acompañó mientras desarrollaba su poder en Italia en la sombra.
A él le molestaba que ella fuera tan débil.
Así que ella se volvió fuerte.
A él le molestaba que solo supiera llorar.
Entonces aprendió a soportar, y aunque una bala atravesara su hombro, no derramaría ni una lágrima.
Antonia y Baltasar estuvieron enamorados diez años. La Antonia tímida y débil, se convirtió en una mujer temida en toda la organización.
El corazón de Baltasar finalmente se abrió para ella.
Le dijo: —Antonia, cásate conmigo.
Pero ahora, por fin comprendía.
Todo había sido una mentira.
Baltasar esperó mucho tiempo, pero no obtuvo respuesta de ella.
El teléfono en la almohada vibró.
Rápidamente retiró la mano y tomó el teléfono.
En la habitación oscura, la pantalla del teléfono iluminó su cara sonriente.
Sus dedos teclearon rápidamente en la pantalla.
El calor residual en el vientre de Antonia fue enfriándose poco a poco.