Capítulo 6
Cuando llegó al hospital, Marina no la esperaba en neurología, sino en ginecología y obstetricia.
Antes de que Antonia pudiera decir algo, Marina ya la miraba ferozmente, señalándole la nariz mientras la maldecía.
—¡Todo es tu culpa! ¡Por tu culpa me equivoqué de sitio de puro enojo!
Durante todo el tiempo, Antonia solo la observó actuar.
Hasta que una joven pareja salió del área de ginecología y obstetricia, sus insultos se detuvieron abruptamente.
—¡Querido!
La expresión de Baltasar cambió de inmediato y soltó rápidamente la mano de Jimena.
Jimena mostró disgusto, pero miró a Antonia con cierta tristeza, mientras que la expresión de Marina era aún más interesante.
Al ver aquella escena frente a sus ojos, Antonia lo tuvo claro.
En su momento, Marina fingió deliberadamente tener un ataque y destrozó el certificado de matrimonio falso de Antonia; el propósito era evidente.
Viendo que ella no respondía, Baltasar forzó una sonrisa y, sin dudarlo, se dirigió hacia ella.
—Cariño, justo iba a llamarte para darte una buena noticia. ¡Jimena ha despertado! Pero quiso darnos una sorpresa, así que nos lo ocultó y solo me lo dijo después de bajar del avión.
Baltasar quiso rodearla por la cintura, pero ella se echó instintivamente hacia atrás, esquivándolo.
Él la miró atónito.
Pero Antonia de repente habló:—Oh, eso sí que es motivo de felicitaciones.
Los ojos de Jimena brillaban con picardía; se acercó y agarró la mano de Antonia.
—Antonia, en estos dos años he podido recuperarme tan rápido gracias al cuidado de Baltasar. He oído que siempre has ayudado a cuidar a mi madre, ¿verdad? ¡Eso es... muchísimas gracias!
Las uñas afiladas de Jimena se clavaron en la carne de Antonia.
Ella retiró la mano con dolor.
Jimena fingió asustarse con la reacción de Antonia, y al instante siguiente su cuerpo parecía caer hacia atrás.
Baltasar, que estaba de pie a un lado, fue lo suficientemente rápido como para sostenerle la cintura y acomodarla cuidadosamente.
Antes de que pudiera decir algo, Marina, como si se hubiera vuelto loca, se abalanzó sobre Antonia.
—¡Paf!
Con un sonido seco, la cachetada de Marina aterrizó en la cara de Antonia.
La expresión de Baltasar se volvió fea de inmediato; hizo un pequeño movimiento, pero Jimena lo agarró de repente.
—... Baltasar, ¡me duele el vientre!
Baltasar se puso nervioso de inmediato.—Cariño, Jimena está embarazada, y su marido no está con ella. Voy a llevarla al médico primero, ¡espérame aquí!
Antonia miró su figura girarse con ansiedad, tenía los ojos secos, ya no podía derramar más lágrimas.
Marina miraba a Antonia con satisfacción, con una sonrisa triunfante en los labios.
—¿Quién te crees que eres, Antonia? ¿Aún quieres quitarle el hombre a mi hija? ¡Lárgate! ¡Zorra sin vergüenza!
El ardor y escozor en la mejilla la hizo avanzar hasta situarse frente a Marina.
Acostumbrada a la sumisión de Antonia, Marina abrió los ojos con furia y quiso alzar la mano para golpearla de nuevo.
Pero, en el instante en que su mano bajaba, Antonia le sujetó firmemente el brazo.
Antonia tiró bruscamente hacia afuera, y se escuchó un chasquido.
Marina cayó al suelo de inmediato, gritando de dolor:—¡Me duele mucho, me voy a morir! ¡Auxilio, alguien quiere matarme!
Antonia la ignoró y salió del hospital.
¡El mismo error, jamás lo cometería dos veces!
Jimena había regresado especialmente para celebrar su cumpleaños, y Baltasar utilizó la villa donde le propuso matrimonio a Antonia en su momento para hacer la fiesta.
Ese día, después de zafarse del brazo de Jimena, Baltasar la encontró rápidamente.
—Ella es una enferma, ¿por qué tienes que pelear con una enferma? Además, sigue siendo la madre de Jimena. ¿No puedes, al menos por haberme salvado, dejar pasar este asunto?
—¡Antonia, no puedes cambiar ese carácter tan terco tuyo! ¡Aparte de mí, mira quién más podría soportarte! ¿No puedes pensar si tú tienes la culpa de algo?
—Mañana es la fiesta de cumpleaños de Jimena. Hazme caso, ve y pídele disculpas; y asunto terminado.
Antonia no le respondió en ningún momento.
Pero al oír que le pedía disculparse con Jimena, de pronto soltó una risa fría.—¿Y si no me disculpo?
—Si no te disculpas, el cuadro que me pediste buscar, lo regalaré a Jimena a tu nombre como muestra de tus disculpas.
Antonia se quedó atónita.—Baltasar, ese es el último cuadro que pintó mi padre antes de morir, la última cosa que me regaló. ¿Solo porque no me disculpo, se lo vas a dar a Jimena?
Él se sostuvo la frente, cansado.—Ya lo dije: mientras te disculpes, no se lo daré. Recuerda ir a disculparte.
Al ver que Antonia no decía más, Baltasar asumió que iría a la fiesta.
Al día siguiente, él estuvo ocupado decorando el lugar personalmente para Jimena. El vientre de Jimena ya se notaba, aunque solo un poco.
Los empleados de Baltasar la llamaban señora Figueroa.
—Lo que digan ustedes, que no lo escuche Antonia, no quiero que se ponga triste —dijo ella con dulzura.