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Capítulo 8

Esa noche, Alexandra tuvo un sueño. No se acordaba de todo, aunque los eventos quedaron grabados en su memoria.  Cuando ella tenía quince años y, de repente, su agradable vida era destruida. En el momento más oscuro de su existencia, cuando creyó que todo había terminado, apareció él, eliminando con su presencia la oscuridad que la rodeaba.  Ese hombre le devolvió la esperanza. Y no era otro más que Lucien Albrecht. ….. La alarma sacó a Alexandra del sueño. Al abrir los ojos, una lágrima contenida se deslizó por su rostro. No era extraño. Por primera vez en mucho tiempo, había soñado con ese día. Lentamente desactivó la alarma, fue al baño y se alistó para el trabajo. Su rutina fue interrumpida por pensamientos intrusivos, relacionados con su sueño. No entendía por qué, de todos los días, precisamente ese había soñado con su ex esposo, al que había decidido olvidar. El sueño le dejó un sabor amargo en la boca y una pesadez que la mantuvo parada frente al espejo por mucho tiempo. El día apenas iniciaba y ya estaba estresada. ¿El sueño habría sido una premonición?¿Hoy pasaría algo? *** Alexandra entró a Grupo Grey y comenzó la inspección de todas las sucursales, con la intención de honrar la memoria de su padre. Después de todo, el difunto Miguel Grey fundó la empresa, que inicialmente se centró en la producción de juegos y, con los años, se expandió a otras áreas: la electrónica, la construcción, el sector inmobiliario y la industria del entretenimiento. Durante años, Grupo Gray se mantuvo en la cima. Sin embargo, tras la muerte de sus padres y la traición de sus tíos, la compañía comenzó un rápido descenso, cediéndole su lugar como líder al Imperio Albretch. Alexandra no solo había regresado para reclamar lo que por derecho era suyo, también tenía un objetivo: que Grupo Grey volviera a ser el mejor.  Mientras caminaba por las oficinas, varios murmullos llegaron a sus oídos.  “La presidenta es realmente hermosa”. "Y amable. ¡Qué suerte tenemos de trabajar con ella!”. "Con ella al mando, seguro que Grupo Grey regresa a la primera posición este año". Una sonrisa apareció en el rostro de la mujer. No obstante, su buen humor desapareció apenas entró a su oficina.  El estrés que le había causado su sueño casi se había desvanecido. Sin embargo, al notar a su prima Vivian, el enojo la invadió. "¿Quién te dejó entrar?", lanzó a la morena que estaba sentada en uno de los sillones. "Hermana", comenzó Vivian, poniéndose de pie. “Te estaba esperando. Vine a disculparme por...”.  “Cállate y contéstame. ¿Quién te dejó entrar?", interrumpió Alexandra. "Entré por mi cuenta", respondió la mujer, irguiéndose para lucir más imponente. “Entonces vete por donde viniste”, respondió la presidenta, quien pensó que tendría que cambiar al personal de seguridad. “¡Hermana! Escúchame, por favor. Vine a disculparme en nombre de mi padre y mi hermano. Espero que puedas perdonarnos y nos dejes regresar a la casa”, soltó la morena. Después, de mala gana, hizo una reverencia hasta la cintura, con la intención de darle lástima a su prima. El plan de Vivian no funcionó. Los fríos ojos fríos de Alexandra permanecieron clavados en el inclinado cuerpo, pero en vez de empatía, lo que emanó de ellos fue crueldad. “¿Qué los perdone, dices?", comentó.  Acto seguido, caminó hacia su silla, pasando junto a su prima a quien no volteó a ver hasta que estuvo sentada. "Creo que no lo estás haciendo bien. Me suplicas que te perdone, pero aún puedo ver tu rostro. ¿No deberías arrodillarte y postrarte en el suelo?", preguntó Alexandra. Al oír eso, Vivian se levantó, sorprendida. “¡Hermana! ¿Cómo puedes decirme eso?", chilló, a punto de perder la compostura.  Los ojos de la rubia, llenos de burla, atravesaron los de Vivian. "¿Demasiado? ¿Después de todo lo que hicieron?", soltó Alexandra. Con cada palabra que salía de su boca, la sonrisa de su rostro se desvanecía. Un escalofrío recorrió la espalda de Vivian. El miedo, el odio y la ira llenaron su cuerpo y lo hicieron temblar. "Hermana", empezó la mujer, contemplando sus opciones.  La escena fue interrumpida por Michael, quien se inclinó hasta el oído de Alexandra y dijo: "La junta de accionista comenzará en cinco minutos". La mujer giró levemente la cabeza hacia su interlocutor. Estaba confundida. No sabía de qué reunión le hablaba. "¿Qué reunión? No recuerdo haber agendado una", susurró ella. “Tus tíos la organizaron. Parece que te excluyeron deliberadamente de la organización", contestó él. «¡M*lditos!», pensó Alexandra. El rencor se asomó por sus pupilas.  ¿Acaso los i*béciles de sus tíos intentaban derrocarla?  "Señorita, ¿debo echarlos?". La rubia agitó su mano para restarle importancia al asunto. Y es que lo que menos quería era un escándalo. "No. Mejor vayamos a ver mis tíos", respondió secamente. Al ponerse de pie, sacó a Vivian de su trance. "Tú. Vete y nunca vuelvas”, dijo Alexandra al pasar junto a su prima. Después añadió: "Si vuelvo y sigues aquí, haré que te saquen". El pasillo se llenó con el sonido de los tacones de Alexandra. Con Michael a su lado, la mujer se adentró en el ojo del huracán. Durante el camino se dio cuenta de que el peor error que había cometido fue confiar en sus tíos. Solo les había tomado cinco años convertir la empresa en un desastre. ¿Por qué seguían confiados en que les dejaría la dirección de su empresa? Su mano se posó en la manija de la sala de conferencias. En ese momento, alguien empujó la puerta en sentido contrario, lo que ocasionó que ella perdiera el equilibrio y se fuera hacia adelante.  Esa era una de las razones por las que odiaba usar tacones y las puertas bidireccionales. Su caída fue detenida por unos brazos firmes y un pecho sólido. Alexandra se sintió aliviada y pensó en agradecer a la persona que la sostenía. Sin embargo, cuando alzó la cabeza, sus ojos grises se perdieron en una mirada azul como el océano.  Al reconocer esos ojos, su corazón se detuvo. Pertenecían al hombre con el que acababa de cortar toda relación. Aquel al que una vez había amado como una loca y por el que habría sacrificado cualquier cosa. Lucien Albretch, su ex esposo.

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