Capítulo 7
"Mira, por allá. Todas ellas son supermodelos de Europa y Estados Unidos", dijo el hombre y luego señaló en otra dirección. "Y esas mujeres son nuevas supermodelos de Indonesia, pero ya resaltan."
Enrique lo miró con una expresión de completo desinterés. "¿Cuándo podremos irnos?"
"¿Tanto te molesta quedarte aquí? No lo entiendo. ¿Qué tipo de mujeres te gustan? Rechazaste a las mujeres más distinguidas y cultas, no te gustan las gentiles y dignas doctoras, tampoco te veo interesado en la élite femenina y ni siquiera te molestas en mirar a las actrices famosas. Al menos una de estas supermodelos debería poder atraer tu atención, ¿no?", cuestionó Guillermo, levantando las manos como señal de derrota.
Si no fuera porque su madre se lo había pedido, no habría invitado a Enrique a ver a todas esas mujeres. De hecho, a él tampoco le interesaba estar en la fiesta.
Desde su punto de vista, hubiera preferido quedarse en casa jugando a los videojuegos. ¿Por qué en cambio tenía que pasar su tiempo con un témpano de hielo?
Enrique no tenía ningún interés por esa fiesta. La única razón por la que no había rechazado la invitación era porque quería olvidar a esa mujer que se había quedado grabada en su mente. Necesitaba una distracción para poder olvidarla.
Abrió los ojos con tranquilidad y miró en la dirección que su hermano le señalaba.
"¿Qué opinas? ¿No son hermosas?", preguntó Guillermo emocionado.
"Son comunes", respondió él.
"Bueno, ¿tienes alguna preferencia en particular?", preguntó con curiosidad. "Si la tienes, puedo ayudarte a encontrarla."
En ese momento, muchas de las supermodelos que estaban al frente sintieron que un par de ojos las observaban, así que voltearon.
Cuando vieron el apuesto rostro de Enrique, se sintieron halagadas, por lo que alzaron sus copas como señal de brindis hacia él.
Algunas incluso sintieron una fuerte atracción hacia el joven.
"Todas son ordinarias", explicó él con un ligero movimiento de la cabeza.
Guillermo se tocó la frente y suspiró con resignación. "Bueno, sé que en tu corazón, la mujer de tu certificado de matrimonio es la más hermosa del mundo. Nadie puede competir contra ella."
Incluso ahora, aún le costaba creer que su hermano estaba casado.
“Bueno, en ese caso, mejor voy a casa a jugar a los videojuegos. ¿Quieres regresar conmigo o prefieres quedarte más tiempo?"
Enrique estuvo a punto de responderle cuando, de pronto, vio una figura familiar que hablaba y reía no muy lejos de él.
Era la joven que había visto en la calle el mismo día, pero, en lugar del grueso abrigo, ahora usaba un largo vestido que resaltaba su extraordinaria y grácil figura.
Él ya no pudo responder.
Sorprendido, Guillermo miró en la misma dirección que su hermano, pero solo pudo ver a un grupo de hombres que charlaban con copas de vino en sus manos.
Luego, Enrique volteó a otro lado como si nada hubiera pasado y entonces le respondió. "Puedes volver primero. Yo me quedaré un poco más."
Después de que su hermano se fuera, él se sentó en un rincón oscuro del pasillo.
Ella había desaparecido de su vista, pero esperó pacientemente. Mientras siguiera ahí, estaba seguro de que la encontraría tarde o temprano. ¿Cierto?
La mayoría de los jueces del desfile eran de Europa y Estados Unidos.
Todos susurraban entre ellos discutiendo lo que pensaban sobre las modelos presentes.
Esa fiesta era una buena oportunidad para Raquel, quien había estado en Estados Unidos cinco años para establecer conexiones y forjar una buena imagen. Hablaba inglés con fluidez y usaba esa lengua más que cualquier otra para comunicarse, así que podía lidiar con esa situación.
Con una copa de vino en la mano, conversaba con los otros invitados. Cuando tuvo tiempo para descansar, vio que Mónica caminaba hacia ella a toda prisa.
"Raquel, ¿por qué te fuiste tan deprisa? ¡No tuve oportunidad para darte esto!", le dijo su agente, dándole un paquete muy bien cubierto. "Nuestra empresa ha preparado este regalo para cada modelo de esta fiesta. Debes dárselo a uno de los jueces para expresar tu gratitud y darles una buena impresión de ti y de la empresa."
Ella tomó la caja y esbozó una agradecida sonrisa. "Gracias, Mónica. Ahora voy entonces."
Cuando vio que se iba, Mónica exhaló un suspiro de alivio.
No tuvo más remedio que seguir las indicaciones de Lucía. Raquel tenía tanto la apariencia como el talento necesarios para convertirse en una modelo exitosa, por lo que no tendría dificultades para ser seleccionada.
Por ello, tenía que quitarle esa oportunidad desde la raíz.
La caja que le había entregado contenía un cond*n.
Ese era el desfile de modas anual de Orisa, una marca de lencería de lujo. El desfile se transmitiría en todo el mundo, por lo que la selección de modelos debía ser muy estricta.
Todos los jueces del desfile eran muy profesionales y éticos.
Solo elegirían a las mejores modelos sin ningún favoritismo.
Por tanto, si uno de ellos recibía el regalo especial de Raquel, entonces la sacarían de su lista sin pensárselo. Ni siquiera tendría la oportunidad de realizar la primera fase de la prueba.
Mientras caminaba con el regalo, se detuvo a pensar en lo extraño que era todo. Si ese era un regalo de la empresa, ¿por qué cada uno de los jueces no había recibido ninguno? ¿Por qué solo debía darle el regalo a uno de ellos? ¿Los otros jueces no se ofenderían si solo le daba el regalo a uno?
¿A quién rayos le daría ese regalo? ¡Qué situación tan extraña!
Todavía no sabía qué tipo de persona era Mónica, así que pensó que lo mejor sería ir con cautela.
Sin embargo, si no le daba ese regalo a nadie, sería como ofender a su agente, con quien se supone que trabajaría por todo un año. No valía la pena.
Mientras pensaba cómo lidiar con el regalo, reconoció un rostro familiar frente a ella. Un atisbo de alegría se deslumbró de inmediato en su mirada.
El alto y fuerte hombre vestía un entallado traje. Ella pudo ver sus encantadores y finos rasgos faciales desde su perfil. Era Enrique, el hombre con quien se había casado hace cinco años con toda premura.
No imaginó que se encontraría con él tan fácilmente por una casualidad.
Si hubiera sabido que lo vería en la fiesta, entonces no habría corrido tras su auto esa tarde.
¿Pero cómo pudo ir a una fiesta tan elegante?
Lo pensó por un momento y se dio cuenta de que era común que los conductores atendieran a ese tipo de fiestas junto con sus jefes millonarios. El Grupo Márquez era uno de los más poderosos y famosos en toda la ciudad de Yakarta, por lo que no era ninguna sorpresa que el joven señor de la familia Márquez, Guillermo, haya sido invitado.
Y, si él asistía a la fiesta, entonces no era extraño ver a su conductor allí también.
Quizá por su condición social, Enrique se mantenía en una esquina solo, con una copa de vino en su mano. No socializaba con nadie y nadie se acercaba a él para hablarle.
Ella le pidió un bolígrafo a un mesero y escribió su nombre y número de celular en la caja del regalo. Luego, caminó de manera coqueta hacia él.
Cuando llegó, Enrique acababa de sentarse.
"Hola, Sr. Enrique", lo saludó ella, colocándose frente a él. Esbozó una educada sonrisa.
El joven levantó la cabeza para mirarla. Aunque estaba sentado, su mirada era dominante y confiada. Raquel pensó que seguramente había adquirido esa aura después de trabajar tanto tiempo para el Grupo Márquez.