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Capítulo 5

Después de una mañana ruidosa, Elisa propuso de manera voluntaria invitar a todos a comer. Jonás lo rechazó tajante. —No hace falta, puedes irte sola. Elisa actuó como si no hubiera escuchado esa frase y lo agarró de la mano, llevándoselo hacia la puerta. Algunos de sus amigos, tenían miedo que él se negara a ir, aprovecharon para tirar también a Victoria y salir todos juntos. El grupo fue en auto hasta la hacienda Viento Dorado. Victoria rara vez se relacionaba con ellos, por lo que le resultaba difícil integrarse en ese ambiente. Tampoco quería mezclarse, así que se sentó sola en una esquina, observando cómo los demás conversaban animados. Jonás notó su incomodidad y se acercó con cautela, con la única intención de servirle un vaso de jugo. Ella estaba a punto de tomarlo cuando él, de pronto, se levantó y se dirigió hacia la multitud. La copa de whisky que Elisa tenía en la mano, justo al llegarle a los labios, fue arrebatada con mucha violencia por él. A continuación, una voz de reproche resonó en todo el lugar. —Eres alérgica al alcohol, ¿y aún así te atreves a beber? ¿Es que no te importa tu vida? Elisa parpadeó y lo miró con una expresión de inocencia. —Pensé que era un jugo, solo tomé el vaso equivocado. ¿Por qué te enojas tanto? Mientras hablaba, tomó el vaso de jugo que él tenía en la mano derecha, sonriendo con los ojos entrecerrados. —Muchas gracias. La mano de Jonás se tensó de forma inconsciente. Pero al final no dijo ni una sola palabra, se dio la vuelta y regresó a su lugar, entregando el vaso que sostenía. Frente a la persona claramente incómoda y al líquido amarillo en la copa, Victoria no extendió la mano. Se levantó con su bolso y habló con un tono de voz suave: —No bebo alcohol. Me iré a las aguas termales por un buen rato. Fue entonces cuando Jonás se dio cuenta de que había entregado el vaso equivocado. Tenía la cabeza tan llena de pensamientos sobre Elisa que había confundido por completo el alcohol con el jugo y se lo había ofrecido a Victoria. Quiso explicarle lo que acababa de ocurrir, pero Victoria se marchó tan rápido que no logro hacerlo. No tuvo tiempo alguno de decir ni una sola palabra. El agua tibia de los termales relajó los nervios agotados de Victoria. Se recostó contra la pared, observando así el vapor que se elevaba sin cesar, y poco a poco comenzó a sentirse somnolienta. Sin darse cuenta, se quedó dormida. Quizás ya se había acostumbrado a la algarabía que se vivía en el lugar, porque ¡no escucho los golpes en la puerta desde el exterior. Jonás la llamó varias veces sin poder obtener respuesta alguna, y algo preocupado, empujó la puerta y entró asustado. Después de verla medio dormida, su corazón dio un giro inesperado y, sin pensarlo dos veces, se lanzó al agua termal para cargarla en brazos. Victoria abrió los ojos asombrada, y por la sensación de pérdida de equilibrio, se vio obligada a rodear sus hombros con los brazos. El vapor envolvía el ambiente, la piel de ambos se rozaba, y en un instante, la atmósfera se volvió confusa. Jonás no pudo contenerse por más tiempo y se inclinó hacia ella. Cuando sus respiraciones se entrelazaban, unos pasos inesperados interrumpieron de pronto. Elisa entró justo en ese entonces y, al ver la escena, la sonrisa en su rostro se congeló al instante. Se mordió los labios con fuerza, sin esconder el profundo asombro y la decepción en su mirada, y dándose la vuelta con rapidez, salió corriendo. Jonás quedó petrificado. Su primer instinto fue dejar a Victoria y salir detrás de ella. Solo dijo una frase. —Ella lo malinterpretó. Voy a explicárselo. ¿Malinterpretó? Ellos eran esposos legales. Incluso si los veían besándose, ¿qué había que explicar? Simple y sencillo, él seguía atrapado en el pasado, proyectándose a sí mismo como el novio de Elisa. Por eso, actuaba por instinto, queriendo justificarse. Quien alguna vez se dejó domesticar por amor, ¿cómo podría abandonar ese maldito hábito con facilidad? Mirando la figura de Jonás que se alejaba apresurado, Victoria sonrió, pero luego sus ojos se humedecieron. Se envolvió en una manta, abrió la ventana para tomar aire, y justo en ese preciso momento vio a Elisa salir corriendo. Elisa abrió la puerta del auto de golpe, pero Jonás la alcanzó y la sujetó de su mano. Las voces apasionadas de ambos llegaron con claridad a los oídos de Victoria. —Victoria se había dormido. Solo tenía miedo de que se enfriara. ¿De verdad tienes que enfadarte tanto? —Sí, ella es tu esposa, yo no tengo derecho a enojarme. Vuelve con ella, ¿para qué vienes a explicarme a mí, tu exnovia, todo esto? —¿En serio tienes que decir esas cosas, Elisa? —¿Y qué he dicho? ¡Todo lo que dije es la verdad! Después de esas palabras, la discusión terminó mal. Elisa, con los ojos enrojecidos, apartó su mano de un tirón, subió al auto y se marchó a toda velocidad. Jonás se quedó inmóvil solo por unos segundos antes de subirse a su auto y seguirla. Observando el camino que había vuelto al silencio, cubierto de polvo, Victoria regresó sin decir ni una sola palabra al vestuario. Cuando salió ya cambiada, fue interceptada por varios amigos, angustiados al borde de las lágrimas. —¡Victoria, ha pasado algo terrible! ¡Jonás tuvo un accidente de tráfico!

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