Capítulo 7
No fue sino hasta el mediodía del día siguiente que Jonás se despertó aturdido y preocupado.
Su conciencia aún no había regresado del todo, y la primera palabra que salió de su boca fue Elisa.
—¿La operación salió bien? ¿Cómo está? ¿Ya despertó?
Al ver su expresión ansiosa, Victoria, que no había dormido en toda la noche, respondió, asintió con la cabeza, con la voz áspera.
—El médico dijo que no hubo complicaciones. Con unos meses de reposo estará bien.
Después de escuchar esas palabras, Jonás por fin sintió que la piedra que tenía en el corazón caía al suelo.
Pero aún así no se quedó tranquilo; se levantó la manta para poder bajarse de la cama, diciendo que quería verla con sus propios ojos.
Victoria intentó convencerlo, pero él no la escuchó. Al final fue la enfermera, que justo en ese momento entró para ponerle el suero, quien logró detenerlo.
Él miró la gran bolsa de medicamentos con ansiedad en los ojos, lleno de preocupación por Elisa.
Después de pensarlo por unos segundos, vio la canasta de frutas sobre el armario y por fin encontró una excusa.
—Victoria, ayer llamé a los padres de Elisa. Volaron de regreso durante la noche. Ahora ya deben estar en el hospital. Llévales esta canasta de frutas como un saludo de mi parte, y de paso fíjate cómo está ella.
Victoria lo miró fijamente, y solo después de un profundo silencio respondió con un "listo".
Tomó la canasta de frutas y salió a paso largo de la habitación.
Elisa estaba internada en el piso de arriba.
Victoria apenas iba a tocar la puerta cuando se dio cuenta de que estaba entreabierta.
A través de la rendija, vio a Elisa acostada en los brazos de un hombre desconocido, con la voz llena de dulzura.
—Renzi, ¿no dijiste que me ibas a presentar a tus padres? ¿Por qué viniste solo?
—Quería traer a mis padres, pero aún estás convaleciente, no es un buen momento para hacerlo. Cuando te den de alta, te llevaré a verlos, ¿sí?
Al escuchar esa amorosa conversación, Victoria apretó los puños con rabia.
¿Elisa estaba en una relación? ¿Ya iba a conocer a sus padres?
Justo en ese momento, el médico que hacía la ronda empujó la puerta, descubriéndolos a los dos en la habitación.
Elisa levantó la cabeza y al ver a Victoria, su rostro cambió de inmediato.
—¿Qué haces aquí?
Victoria no respondió.
Dejó la canasta de frutas en el suelo, se dio la vuelta y bajó corriendo las escaleras.
Elisa, aún débil por la enfermedad, salió despavorida detrás de ella y la alcanzó en el descanso de las escaleras.
—¿Vas a ir a contarle todo a Jonás, verdad?
Victoria giró la cabeza y vio en el rostro de Elisa un destello de pánico, su tono era frío como el hielo.
—Ya que tienes novio, ¿por qué sigues aferrándote a Jonás sin soltarlo?
Al escuchar estas palabras, Elisa arqueó una ceja y su expresión volvió a la normalidad de inmediato.
—Solo quiero salir con los dos al mismo tiempo, jugar con ellos en la palma de mi mano, disfrutar de lo bien que me tratan. ¿No te diste cuenta?
—¿En serio tienes que pisotear así los sentimientos sinceros que él tiene por ti?
Viendo la indignación en su rostro, Elisa soltó una risita maliciosa, llena de orgullo en su voz.
—Tengo el poder de volverlos locos. Incluso alguien como Jonás, que es como un hijo del cielo, no es la excepción. ¿Qué pasa, estás celosa? Si lo estás, podrías admitirlo sin ningún tipo de rodeos. Tal vez, si estoy de buen humor, hasta podría enseñarte cómo hacer que un hombre se enamore de ti.
Su actitud arrogante, como si todo esto fuera motivo alguno de orgullo, dejó a Victoria sin palabras.
Ese silencio la hizo sentirse aún más victoriosa.
Observó con mucha atención a la mujer que se encontraba frente a ella, y al final su mirada se fijó en el anillo de bodas que llevaba en la mano.
—Tú solo te casaste con Jonás por casualidad, ¿qué derecho tienes de enfrentarte a mí? Déjame decirte algo: en realidad, yo nunca me fui del país. Aquella vez solo bebí demasiado el día anterior y me quedé dormida después de jugar hasta tarde con un par de compañeros. Si Jonás no se hubiera enojado conmigo, tú jamás habrías tenido la oportunidad de convertirte en su flamante esposa.
La rabia que Victoria había contenido durante tanto tiempo estalló en ese instante.
No pudo evitar levantar la mano y le dio una cachetada a Elisa.
No fue un golpe fuerte, pero Elisa cayó por las escaleras como si hubiera recibido una gran paliza.
Victoria aún no entendía lo que acababa de ocurrir cuando Jonás, que acababa de salir del ascensor, la empujó a un lado.
Bajó asustado los escalones con grandes zancadas, levantó en brazos a Elisa, que estaba llena de moretones, con una expresión de profundo dolor en el rostro, y la miró con furia contenida.
—Ella no te hizo nada, ¿por qué la trataste con tanta crueldad?
Elisa, a propósito, mostró la marca rojiza de la cachetada y lloró desconsolada en sus brazos, como una flor de peral bajo la lluvia.
—Déjalo, Jonás. Tal vez Victoria se enojó demasiado al pensar que yo soy tu exnovia. No la culpo, vámonos.
Esas palabras le ataron por completo la garganta a Victoria, dejándole todas las explicaciones atrapadas sin poder salir.
Al ver cómo el rostro de Jonás se ensombrecía poco a poco, entendió que, en ese momento, cualquier intento de explicación sería inútil.
Ese silencio, ante los ojos de Jonás, no fue más que jugada maestra.
Desvió la mirada con cierta decepción y se marchó con Elisa en brazos.
Sin volver a mirarla.