Capítulo 37
Los comentarios a mi alrededor eran todo menos amables con Lucía, y ella, incapaz de soportarlo, acabó marchándose con sus cosas.
Avanzó unos metros y, de pronto, se detuvo.
En su rostro apareció una expresión de triunfo; regresó a mi lado y, en voz baja, soltó: —¿Acaso ya te acostumbraste a que Ramón gire siempre a tu alrededor?
Fruncí el ceño: —Ya lo he dicho antes, quiero que Ramón y tú no vuelvan a aparecer delante de mí. Fuera de eso, a quién decida él seguir es asunto suyo.
Estaba loca, simplemente no tenía sentido hablar con ella.
Cuando por fin me libré de Lucía y llegué a la cafetería, recibí un mensaje en el teléfono.
¡Era de Ramón!
—Vaya, sí que es un fantasma pegajoso... —Murmuré.
[Ya olvidé por completo a Lucía, no volveré a tener contacto con ella. Solo espero que puedas perdonarme.]
En cuanto lo leí, bloqueé su número sin pensarlo dos veces.
Pero, para mi sorpresa, al salir del trabajo esa noche, Ramón me estaba esperando en la puerta de la cafetería.
Con su táctica de s

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