Capítulo 11

Al otro lado del océano, el amanecer tiñó el horizonte de Nueva York con un rojo dorado deslumbrante. En el ático de lujo, María, vestida con una bata de terciopelo y descalza, se paró junto a la ventana de cristal, contemplando Central Park. Ignacio colocó el desayuno en silencio. Huevos revueltos con trufa, café molido a mano, y melón de Hokkaido importado... Antonio solía aparecer justo en ese momento, con un obsequio cuidadosamente preparado. Ese día, sacó una caja de terciopelo. —Ayer vi esto en una subasta y pensé que te quedaría perfecto. Dentro había una pluma estilográfica de edición limitada, perteneciente a una serie patrocinada por una marca de lujo dedicada al arte. El cuerpo de la pluma estaba grabado con arcos de iglesias góticas, diamantes que representaban un cielo estrellado, enmarcando las delicadas líneas arquitectónicas. A diferencia de las joyas que en el pasado fueron ignoradas, María tomó la pluma con interés y la examinó por un momento antes de esbozar una leve