Capítulo 1802
Vicente, como de costumbre, sostenía en la mano la avena caliente. Tras probar un bocado, la dejó de inmediato.
De repente recordó que esa avena solía preparársela Alicia.
La que había hecho María no sabía igual; no estaba tan rica.
María, al ver que Vicente se quedaba quieto, se puso un poco nerviosa y preguntó con cautela: —Vicente, ¿qué ocurre? ¿Acaso la avena que hice no es de tu agrado?
Vicente dejó el cuenco sobre la mesa y respondió: —No es culpa tuya. Simplemente ahora no tengo apetito.
El semblante de María se ensombreció ligeramente.
Vicente no mostraba ni una pizca de emoción, y eso solo podía significar que su plan había fracasado.
María, sintiendo un nudo de frustración en el pecho, dijo con voz algo forzada: —Vicente, me pregunto cómo estará Alicia. Escuché que hoy le darían el alta. He estado pensando en lo que pasó en la piscina, en que todo fue un malentendido. Por eso, más tarde prepararé algunos platos personalmente para pedirle disculpas.
Vicente, al oírla, la miró

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