Capítulo 93
Tomás miró rápidamente hacia Rosa, incrédulo, y preguntó: —¿Es eso cierto?
¿Cómo podría una mujer tan joven como Amelia saber cómo realizar acupuntura?
¿Y además que tuviera efecto tan rápido? ¡Tantos médicos no habían encontrado solución!
Rosa movió nuevamente el dedo gordo del pie, su corazón saltaba de alegría, y sus ojos estaban llenos de sorpresa y emoción.
Ella sonrió a Tomás, con un nudo en la garganta, y dijo: —Papá, realmente puedo mover mis pies.
Rosa nunca imaginó que, con solo unas pocas agujas, Amelia lograría ser tan efectiva.
La ira en los ojos de Tomás desapareció, rápidamente reemplazada por shock y alegría, y asintió repetidamente: —Bien, bien, bien, que puedas moverte es lo que importa.
No había noticias que pudieran hacerlo más feliz.
Amelia se acercó y levantó la manta de Rosa, se inclinó y subió la pierna de los pantalones de Rosa, exponiendo sus piernas blancas y esbeltas.
A pesar de tener casi cuarenta años, su cuerpo estaba en muy buenas condiciones.
Pero esas

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