Capítulo 38
Mario se quedó momentáneamente sin palabras; ahora David era tan audaz y temerario.
¿Cómo podía aún tener el descaro de pedirle que tuviera hijos para la familia Gómez? Ay, cómo había llegado a convertirse este matrimonio.
Al pensar en eso, arrugó la cara aún más.
Bianca, en cambio, ni siquiera arrugó la frente; solo levantó la taza frente a ella y sopló suavemente el agua.
El sonido del auto se escuchó, y no pasó mucho tiempo antes de que unos pasos pesados resonaran desde fuera de la puerta.
David había regresado.
Vestía un traje bien cortado, su postura era erguida, su rostro severo, como si acabara de salir de una negociación empresarial.
—¡Abuelo! —dijo con voz firme.
Mario se levantó de un salto, levantó el bastón y golpeó en la pierna de David.
¡Paf!
¡Paf!
Dos golpes, duros y pesados. David los soportó sin siquiera tambalear.
—¡Maldito! —Mario respiraba con fuerza, su pecho subía y bajaba violentamente—. ¿¡Todavía me respetas!? ¿¡Todavía respetas las normas de la familia Gómez!?

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