Capítulo 49

El sonido de las sirenas de los camiones de bomberos se acercaba, agudo y penetrante. El auto de David acababa de entrar por la puerta de Jardines del Alba cuando vio aquellas llamas elevándose hacia el cielo. La mitad del cielo estaba teñida de un rojo intenso. Su corazón se hundió de golpe, mientras una sensación ominosa lo envolvía. El auto se detuvo bruscamente frente al edificio principal. Abrió la puerta y corrió a toda prisa hacia aquel mar de fuego. Cuando vio que lo que ardía era el jardín de lirios que había cultivado con tanto esmero para ella, sus pasos se detuvieron en seco. Aquellas flores blancas, en ese momento, se retorcían y luchaban en medio de las llamas, convirtiéndose en cenizas. Era una muestra de su afecto, construida poco a poco, y sin embargo, ella misma lo había destruido todo. Lo había destruido de manera tan completa, tan decidida. El aire estaba impregnado de un olor a quemado, mezclado con el perfume moribundo de los lirios, creando un aroma extraño y nau