Capítulo 182
—¿De verdad puedo visitarlo? —preguntó Darío—. No se me dan bien los cadáveres.
—¡Oye, cuida tus palabras! —lo regañé. Casi sonaba como Marcelo—. Vicente no está muerto. Probablemente también nos oiga, así que cuida tus palabras cerca de él.
—Entendido, lo siento —dijo Darío—. Das miedo cuando te enojas, pero me gustan las mujeres enojadas; me excitan. —Sonrió con suficiencia mientras entrábamos en el ascensor.
"Claro que sí", le devolví la sonrisa. Que Darío coqueteara conmigo descaradamente a pesar de saber que tenía prometida requería mucho coraje, eso sin duda. Apoyó la mano en la pared y me miró fijamente mientras yo miraba hacia otro lado e intentaba evitar su mirada.
—¡Parece que a Siena le encanta tu rosa! —Cambié de tema y señalé a Siena, que se había metido el juguete en la boca—. Eso parece —dijo Darío, sin apartar la vista de mí.
"Mira, ya llegamos". Sonreí aliviada y empujé el cochecito fuera del ascensor. «Paz, no eres cristiana», me repetía una y otra vez. Mi incomodidad

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