Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 6

CRISTIAN —Llega temprano hoy, señor —lo saludó Manuela cuando lo vio entrar a la mansión. Cristian la miró con un poco de compasión y se sintió mal. Sabía que Manuela trabajaba como ama de llaves y que había estado con su familia incluso antes de que él naciera. De todos modos, no se podía imaginar a él mismo limpiando y ni siquiera sabría por dónde empezar como para poder ayudarla. —Sí, tenía un asunto pendiente —contestó él con una sonrisa y pensó en Paz, la chica que le parecía bastante extraña. Sin embargo, desde que su padre le pidió que cuidara de ella, solo obedeció sus deseos. Recordó a Lucas regañándolo el día en que lo descubrió saliendo de su oficina. Su padre se había puesto muy furioso. Le increpó que le pidió que la cuidara desde la distancia, no ac*stándose con ella. A decir verdad, Cristian no entendía por qué lo había hecho y, por extraño que parezca, no podía negar su fuerte atracción hacia ella. Era consciente de su extraña combinación de su personalidad dual y sabía que ella no era tan inocente como todos la hacían parecer. Eso era justamente lo que la diferenciaba de las demás. —Hice tu plato favorito: espagueti a la carbonara —habló Manuela y no dudó en tomarlo del brazo y jalarlo hacia la cocina. Cristian le regaló una cálida sonrisa y se sintió mejor sabiendo que existía alguien que se preocupaba de verdad por su bienestar. A la edad de sesenta años, Manuela nunca había tenido hijos propios. Trabajar para la familia Escobar había sido toda su vida y amaba hacerlo. Además, había visto a todos los niños Escobar crecer hasta convertirse en adultos. Después de que Cristian dejara la mansión de la familia hace unos cuantos años, ella se estableció como objetivo cuidar de él tanto como pudiera. Sabía que, pese a ser el más joven, cargaba todo el peso de su familia sobre sus hombros. Por eso, había construido un muro a su alrededor y parecía una persona fría y sin corazón. Pero ella conocía la verdad, lo conocía mejor que nadie. —Me harás compañía, ¿cierto? —le preguntó a su ama de llaves en cuanto ella lo acercaba a la silla del comedor. A veces se sentía solo viviendo en esa enorme mansión por su cuenta. Incluso con la compañía de tantas mujeres diferentes, sentía un vacío que ni su familia ni sus amigos podían llenar. Después de todo, muchos de ellos o lo miraban con envidia o se la pasaban lamiendo sus zapatos, sabiendo que algún día tendría todo el poder de su padre. Hasta Manuela, el ama de llaves que vivía en su mansión, sabía cómo mantener su distancia y solía cenar antes de que él llegara a casa. —Claro que te haré compañía —le respondió la mujer con una voz cantarina mientras colocaba los platos en la mesa. A Cristian se le dificultaba mostrar una sincera sonrisa en el rostro, pero ella nunca fallaba en hacerlo feliz. —Bien —respondió. —Supongo que Javier, Marcos y el séquito restante están trabajando, pero ¿no vendrá tu amigo esta noche? —preguntó Manuela terminando de servir la comida en la mesa. —¿Vicente? —preguntó Cristian para confirmar. —Ajá, ese mismo —confirmó ella, que lo conocía demasiado bien. Tomó una botella de Pinot Grigio y dos copas de vino. Cristian pensó en su mejor amigo, quien a menudo encontraba diferentes excusas para no visitarlo, pero siempre se las arreglaba para hacer tiempo para sus citas con diferentes mujeres. Aunque ambos se conocían desde los tiempos en que usaban pañales, ahora solo se reunían para hablar de negocios. —A su padre no le caigo bien... bueno, no le agrada nadie de nuestra familia. Fabián García era un hombre receloso que sabía que la familia Escobar era poderosa y había dejado en claro que no estaba interesado en tener ninguna relación cercana con esa familia. Aun así, tenían negocios juntos y había que aprender a separar el trabajo de lo personal, así que se mantenía trabajando con ellos a distancia. Su hijo mayor, Vicente, por otro lado, era como un hermano para Cristian. Hasta ahora, ningún Escobar entendía cómo Vicente y el hijo menor de Lucas eran unos ángeles en comparación con sus padres, que más bien eran demonios disfrazados. —Mmm... ¿y qué me dices de Isabel? —preguntó Manuela. Isabel pertenecía a la familia Salas y también había crecido con él. Ambos eran cercanos y se consideraban mejores amigos, aunque ella siempre había sentido algo por él. Sin embargo, para Cristian, ella no era ni una hermana ni una novia. La verdad, jamás podría verla de esa manera. En cambio, la consideraba su mejor amiga y alguien con quien se ac*staba con frecuencia. Incluso si ella estaba consciente de que se estaba apegando a él, no le importaba. Aunque sabía que no era exclusivo, aun así podía estar con el chico que siempre había querido, así que no podía quejarse. Cristian dio vueltas a sus espaguetis y dio un bocado mientras su ama de llaves lo miraba con una sonrisa orgullosa en el rostro. El que él pudiera disfrutar de su comida era muy importante para ella. —¿Está rica? —le preguntó y se inclinó sobre la mesa para limpiarle la boca con una servilleta. A los ojos del joven Escobar se asomó un atisbo de vergüenza y asintió con la cabeza como un niño pequeño antes de continuar comiendo. Ambos cenaron juntos mientras intercambiaron algunas anécdotas y, poco después, ya habían vaciado sus platos. —Muchas gracias por hacerme compañía, Manuela, de verdad lo aprecio —le dijo él, bastante agradecido. —Siempre. Pero ¿no crees que ya es hora de que asientes cabeza y encuentres a una pareja que no se quede contigo solo por una noche, sino siempre? Un alma gemela —interrogó la mujer mayor. Agarró los platos vacíos con rapidez para ir a lavarlos, con la esperanza de que él no hiciera ningún comentario sarcástico. Sin embargo, después de criarlo técnicamente como su propia madre durante veintitrés años, sabía que su deseo jamás se cumpliría. —No creo en las almas gemelas —contestó él. Sus padres podrían haber estado casados por más de una década y sabía que su padre recibiría una bala por su madre, pero no estaba seguro de si su madre haría lo mismo. La única razón por la que Francisca Escobar no se quejaba por el trabajo de su esposo era porque podía vivir la vida cómoda y llena de lujos que siempre había deseado, y no estaba avergonzada de admitirlo. Si no hubiera sido por Lucas, ella igual habría podido tener una vida de lujos, pues venía de una familia poderosa y educada. Sin embargo, algo que también amaba era el estatus y Lucas tenía eso. —¿Y qué me dices de tener hijos? ¿No quieres uno? —volvió a preguntar el ama de llaves, pero solo escuchó una risa. —No estoy listo para ser padre y menos para obligar a un niño a tener este tipo de vida. Ella ya no respondió y sintió pena por su comentario porque sabía a lo que se refería. A lo largo de los años, había visto crecer a muchos Escobar sin un padre y eso era algo que Cristian no deseaba repetir. Siempre le había dicho a su padre que no tendría problemas en hacerse cargo del negocio familiar por sus habilidades de liderazgo naturales, pero había asegurado que jamás le daría un heredero. Lucas incluso se rio con esa afirmación de su hijo, pues él había dicho lo mismo cuando era más joven. Sin embargo, Cristian no creía que podía cambiar de opinión. —Creo que me iré a la cama. Llegué a casa temprano, así que aprovecharé mi tiempo sabiamente —dijo el joven bostezando. La mujer asintió, feliz de saber que al menos dormiría bien por una vez. —Ve y descansa. Yo terminaré de limpiar. Él se levantó de su silla y le agradeció por la comida una vez más antes de subir las escaleras para llegar a su habitación. —Gracias, Manuela. Además de mi familia, eres la única mujer que necesito en mi vida.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.