Capítulo 27 La desconfianza no tiene cura
Martín tenía el semblante sombrío y no decía una sola palabra.
Juan volvió a preguntar con cautela: —¿Anoche llevaste a Nora directamente a su casa?
En la mente de Martín, de manera involuntaria, apareció la imagen de aquella silueta blanca desapareciendo al borde de la calle, en plena noche. Pasaron unos segundos antes de que, de repente, preguntara: —¿Ya se averiguó qué fue lo que pasó anoche en el reservado?
—Más o menos —respondió Juan—. La prima de Nora, Pilar, probablemente fue llamada por esos tipos para que los acompañara a beber. Esos desgraciados acababan de salir de prisión y estaban como perros en celo. Pilar quiso irse al principio, pero el cabecilla, Julio, no la dejó.
—Me imagino que Nora fue llamada por Pilar para ayudarla a escapar. Esta prima también es difícil: para salvarse, arrastró a su propia prima al infierno.
—¿Estás seguro de que no conocía a esos tipos? —preguntó Martín.
Los ojos de Juan se movieron un instante, y soltó una risita sarcástica. —Claro que no. ¿

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