Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 4

Todos miraron a Magdalena con un entendimiento tácito. Magdalena quedó inmóvil, sin comprender aun lo que había sucedido, cuando a lo lejos se oyó el grito de sorpresa de Raquel. —¡Ximena! Ella se había desmayado de miedo por la maldición. La expresión de Baltazar cambió bruscamente; se agachó y levantó a Ximena en brazos, llevándola rápidamente a la enfermería. La mente de Magdalena se quedó en blanco hasta que una fuerte cachetada la devolvió bruscamente a la realidad. —¡¿Cómo pude tener una hija tan malvada como tú?! —los ojos de Gustavo estaban desorbitados y las venas de su sien se marcaron—. ¡Ximena ya está tan enferma y aun así te atreviste a maldecirla? Magdalena retrocedió tambaleándose medio paso y, sin querer, volcó la torre de champán a su lado; el licor se derramó por el suelo. Cayó sentada entre los fragmentos de cristal, soportando el dolor punzante mientras explicaba: —¡No fui yo! —¡Cállate! —la interrumpió Gustavo con severidad—. Hace mucho que lo noté, no soportas que la tratemos bien, pero ella ya está al borde de la muerte, ¿ni siquiera tienes un poco de compasión? —¡Alguien, encierren a esta mujer malvada! ... Arrojaron a Magdalena en una pequeña habitación oscura. Desde niña, temía a la oscuridad y además sufría de claustrofobia. En el instante en que se cerró la puerta, la respiración de Magdalena se detuvo de golpe; la oscuridad la envolvió como una marea que llegaba desde todas partes. Golpeó la puerta desesperadamente, dejando marcas de sangre con sus manos ensangrentadas. —¡Abran la puerta! ¡Por favor, ustedes, déjenme salir! Sin embargo, afuera reinaba un silencio absoluto. Magdalena fue perdiendo fuerzas poco a poco, y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo, su respiración se volvió cada vez más agitada y su visión comenzó a nublarse. No sabía cuánto tiempo había pasado. Justo cuando estaba a punto de perder el conocimiento, por fin abrieron la puerta y se apresuró a salir arrastrándose. ¡Pero en el siguiente segundo! —¡Splash! ¡Un balde de sangre espesa y fétida cayó de golpe sobre su cabeza! Después, vino un segundo balde, luego un tercero... Ella casi se asfixiaba, tosiendo violentamente. Con la visión borrosa, alcanzó a ver una figura familiar de pie en la puerta. Era Baltazar. Él permanecía en la frontera entre la luz y la sombra, mirando fríamente cómo sus subordinados arrojaban los baldes de sangre sobre ella, pero nunca detuvo el castigo. No fue hasta que cayó el último balde de sangre. Baltazar se acercó despacio, se agachó y con un pañuelo de seda limpió su mejilla, pero su tono era tan frío como el hielo. —Ximena ha despertado. No te culpó por maldecirla, de hecho, intercedió por ti. Dijo que seguro estabas bajo una maldición y que no eras realmente malvada. —Esta sangre de perro la mandé preparar yo. Sirve para eliminar maldiciones —hizo una pausa—. Pero para que haga efecto, tendrás que permanecer aquí sumergida durante tres días y tres noches. En los ojos de Magdalena apareció un destello de terror; luchó por agarrar la mano de Baltazar. —Esas maldiciones no las hice yo, créeme... —Magdalena —Baltazar apartó uno a uno sus dedos, su gesto era lento y cruel—. Cuando uno comete un error, debe aceptar el castigo. Hasta un niño entiende eso. Sintiendo cómo se desvanecía el calor en sus yemas, Magdalena abrió la boca, y su última resistencia se transformó en una súplica humilde. —Por favor, no me dejes aquí, tengo miedo a la oscuridad... —¿Y Ximena? —la mirada de Baltazar era fría como el hielo—. ¿Pensaste en si ella también tendría miedo cuando la maldecías? Magdalena quedó aturdida. Recordó aquella noche de tormenta, cuando se fue la luz en casa y ella se acurrucó temblando en un rincón. Baltazar había llenado la habitación de velas, la había abrazado con fuerza y le acarició la espalda. —No temas, Magda, estoy aquí. Pero ahora, era él quien la arrojaba personalmente al abismo de la oscuridad. De repente, un dolor desgarrador la atravesó el abdomen. Magdalena, por instinto, se llevó la mano al vientre y sintió cómo un líquido cálido fluía entre sus piernas. Comprendió que probablemente estaba sufriendo un aborto. Agarró con manos temblorosas la pernera del pantalón de Baltazar, su voz cambió por completo. —Baltazar, me duele mucho el vientre... Creo que estoy perdiendo a nuestro hijo... Por favor, llévame al hospital... Baltazar se detuvo un instante y arrugó la frente levemente. —Tú no estabas embarazada, ¿cómo vas a abortar? Magdalena, retorciéndose de dolor, veía todo oscurecerse. —Es cierto, estaba esperando un hijo tuyo... —Basta, volveré por ti en tres días. —Baltazar, evidentemente, no le creyó y se giró para irse. El gemido de Magdalena se ahogó en su garganta; sus uñas se clavaron en el suelo con desesperación, pero no pudo retenerlo. Sus dedos crispados arañaron el aire en vano, para finalmente caer sin fuerzas. Magdalena quedó tendida en el charco de sangre. Antes de perder el conocimiento, una sonrisa desolada se dibujó en sus labios. Baltazar... Esta vez, realmente había visto su verdadera naturaleza.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.