Capítulo 24

Una mano cálida sujetó el brazo de María y la jaló hacia atrás; al instante, ella chocó contra un abrazo igualmente cálido. El pecho firme del hombre la golpeó con tal fuerza que la punta de la nariz de María se resintió de dolor, y sus ojos se enrojecieron levemente. —¿Estás bien? Una voz muy familiar resonó, y María levantó la cabeza de golpe, encontrándose con unos ojos sonrientes. —¿José? ¡Tú también has vuelto! María mostró una sonrisa sincera, llena de sorpresa. Durante aquel año en Castoria, María se había encontrado muchas veces con José en el hospital, y ambos habían llegado a conocerse bastante bien. —Sí. —José también sonreía—. La misión de paz duraba un año y ya terminó; de ahora en adelante estaré destinado de manera permanente en San Sebastián. ¿Y tú? Mientras hablaba, José se agachó espontáneamente para ayudar a María a recoger las cosas que se habían caído al suelo. —Yo volveré a trabajar enseguida en el Hospital General de la Ciudad. María terminó de organizar sus pert