Capítulo 17
Elena estuvo llorando y forcejeando un buen rato antes de que los guardias lograran sacarla. Durante todo el trayecto hacia fuera, no dejó de gritar y llorar.
José, incómodo y lleno de culpa, miró a Isabel: —Yo...
—No digas nada. —Isabel se levantó y salió del privado. —Ahora hasta escuchar tu voz me da asco.
El rostro de José reflejaba desesperación y confusión, igual que el de Elena momentos antes.
Esa noche, Isabel no regresó a casa; finalmente, José la encontró a orillas del río.
—Hace frío aquí, vamos a casa.
—Entre tú y yo no existe ningún hogar. —Isabel contemplaba la superficie del río. —Por favor, te lo ruego, vete. Deja de torturarme, ¿sí? Por este amor he dado media vida, ¿qué más quieres? ¿Es que solo cuando muera vas a dejarme en paz?
Los ojos de José se enrojecieron de inmediato, los labios le temblaban: —Isabel...
—José, déjame vivir. Si tengo que pasar el resto de mi vida enfrentándome a ti, prefiero saltar ahora mismo y terminar con todo.
—¡Perdón! —José corrió a abraz

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