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Capítulo 2

A pues entonces porque es su hermana, puede usar su ropa. Porque es su hermana, puede entrar y salir libremente de la casa de los Vargas. Y más aún, por ser su hermana, hasta los celos de ella parecen ser un berrinche sin sentido. Sintió cómo su corazón se hundía. Después de tantos años de matrimonio, sabía que en ese momento él ya estaba molesto. Y también entendía que esta sería su última advertencia. Andrea apretó los labios, en una sonrisa de autocompasión. Tuvo que hacer un esfuerzo para que su voz no sonara ahogada: —Señorita Julia, que descanse bien. Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó. ¿Y qué sentido tendría seguir aferrándose? Para él, ella no era más que una irracional atrevida. —Señora Andrea... —Clara, preocupada por ella, la esperaba en la parte superior de las escaleras. Al verla bajar, le habló con cautela, con una mirada llena de preocupación. —Estoy bien. Muchas gracias por preocuparte, Clara. —Andrea sonrió levemente y asintió con la cabeza hacia ella. Solo entonces Clara pareció relajarse. Llegó la noche. Andrea se sentó junto a la ventana del balcón. La brisa fresca la acariciaba y la fría luz de la luna se derramaba sobre su cuerpo, haciéndola parecer aún más delgada y frágil. Había pasado ya un año que su esposo había regresado, y sus recuerdos también habían vuelto. Sin embargo, ella seguía sintiendo como si él jamás hubiera vuelto a su lado. A veces, sinceramente sentía que era solo una espectadora... quizás ya no debería seguir entrometiéndose entre esos dos. Apenas surgió ese pensamiento, sonó de repente el celular. Era su amiga Carmen Reyes. —Andrea, ¿te animas a un viajecito por fuera del país? Carmen solo lo había preguntado por rutina. Después de todo, en su círculo social todos sabían que Andrea era una mujer que valoraba demasiado el amor, tan obsesionada con Salvador que parecía querer pasarse el día entero a su lado. Aun así, Carmen le hacía la misma invitación cada año. —¿Para cuándo? Carmen ya estaba lista para oír una negativa, pero para su sorpresa, escuchó una voz serena al otro lado. Andrea sostenía el celular mientras miraba por la ventana. Del otro lado, se oyó una exclamación de asombro: —¿Andrea, lo pensaste bien? ¿No eras tú la que vivía pegada a ese idiota día y noche? —Sí, ya lo entendí todo. Carmen seguía algo preocupada: —No vayas a arrepentirte a mitad del viaje, ¿eh? Ya sabes que nuestros andares suelen durar más de medio año. —No te preocupes que yo no pienso regresar. —Andrea esbozó una sonrisa amarga. No volvería nunca más. —¿Qué te ha pasado...? —Carmen percibió al instante algo extraño en su tono, y de inmediato se mostró molesta: —¿Acaso otra vez ese imbécil te hizo algo? O quizás esa zorra volvió a meterse entre ustedes, ¿sí? Recién que acabo de llegar al país, no he visto ninguna noticia, dime la verdad, ¿fueron ellos...? —Carmen. —Andrea la interrumpió con suavidad: —Estoy muy cansada. Hubo un largo silencio al otro lado de la línea. Finalmente, Carmen habló: —Andrea, si ya no puedes más, sepárense. Mi hermano es un excelente abogado. Si necesitas ayuda con el divorcio, le pediré que te apoye. —Te digo en serio, deberías considerarlo. Andrea guardó silencio durante un buen rato. Al final, solo respondió con un leve murmullo. —Entonces, organizo todo desde aquí. Calcula que partimos después de Año Nuevo. Iremos a ver montañas, ríos, el mundo entero, y a olvidarnos de una vez por todas de esos hombres de mierda. —La voz de Carmen sonaba llena de cariño y preocupación. Después de colgar, Andrea bajó la cabeza en silencio y se quedó sentada durante mucho tiempo, dejando que las lágrimas cayeran sin hacer ruido sobre el dorso de su mano. Llevaba siete años casada con Salvador, pero en realidad solo habían convivido como pareja durante cinco. Durante los otros dos años, él había estado al lado de otra persona. Tres años atrás ocurrió el suceso del naufragio. Salvador desapareció desde aquel entonces. Andrea se desesperó, perdió el apetito y no podía dormir. Su cuerpo se debilitó rápidamente. Durante ese tiempo, estaba tan frágil que parecía que el viento podía derribarla. La familia Vargas movilizó todos sus recursos y pasaron dos años buscándolo. Porque, o lo encontraban con vida, o recuperaban su cuerpo. Siendo Salvador el único heredero del Grupo Águila Dorada, jamás detendrían la búsqueda sin resultados. Dos años después, finalmente lo hallaron en una pequeña aldea pesquera. Había perdido la memoria. Fue acogido por una pescadora, que no era otra que la actriz más popular del momento: Julia. Durante los dos años en que Salvador perdió la memoria, siempre estuvo acompañado por Julia. Pasaban día y noche juntos, e incluso llegaron a desarrollar sentimientos el uno por el otro. La familia Vargas era una de las más poderosas e influyentes de San Verano, y Manuel Vargas jamás permitiría que él estuviera con una pescadora. Además, Salvador estaba en un estado de amnesia, no era realmente él mismo. Por orden y disposición de Manuel, Salvador fue llevado por la fuerza de regreso a San Verano, donde recibió el mejor tratamiento y la tecnología más avanzada, lo que finalmente le permitió recuperar todos sus recuerdos. Tras recuperar la memoria, Salvador por fin se tranquilizó y dejó de resistirse tanto a volver a casa. Se podría decir que, ya con la memoria completa, Salvador eligió entre Andrea y Julia a quien había crecido con él desde la infancia: Andrea. Esta vez, nadie lo obligó. Fue una decisión que él tomó por voluntad propia. Como forma de compensación, la familia Vargas entregó una suma de dinero a la familia Ruiz, ayudándolos a salir de la pobreza y convirtiéndolos en los nuevos ricos de la zona. Luego, ayudaron a Julia a transformar su imagen y la lanzaron al estrellato. En el mundo del espectáculo, el capital siempre tiene la última palabra, y si la familia Vargas quería brindarle recursos a alguien, eso era una tarea sencilla. Así fue como Julia, desde su debut como novata, logró hacerse muy famosa en tan solo un año. Al principio, Andrea pensó que con su regreso todo estaría bien, pero ahora, viéndolo en retrospectiva, se daba cuenta de que ella era solo una ilusión en la que ella sola se había montado. Él había regresado, sí, pero su corazón se había quedado con otra mujer. Incluso al haber tenido que elegir entre una de las dos y optar por Andrea, Salvador sentía una culpa cada vez mayor hacia Julia. Siempre había sido muy atento con Julia. Durante el año desde su regreso, Andrea ya no podía contar cuántas noches habían sido interrumpidas por una sola llamada de Julia, que bastaba para hacerlo salir corriendo. Incluso hacía apenas unos días, en su propio cumpleaños, que además coincidía con su aniversario de bodas, ella había preparado muchas cosas, solo quería compartir una cena tranquila con él. Sin embargo, al recibir una llamada de Julia y escuchar su voz llorosa al otro lado de la línea, él soltó los cubiertos sin pensarlo y, con mucha ansiedad, decidió marcharse. Este tipo de cosas ya habían sucedido demasiadas veces. Ella sabía que, lo retuviera o no, el resultado siempre sería el mismo. Al principio, ella también había discutido con él, pero él siempre decía que solo era su hermana, y además, su salvadora. Claro, Julia era la salvadora de Salvador, y también de toda la familia Vargas, así que ella tenía que soportarlo. Incluso Manuel la había aconsejado. Como esposa de Salvador, debía ser generosa y comportarse con dignidad. Además, Salvador no había cometido ninguna traición concreta, y todos a su alrededor usaban ese tipo de argumentos para convencerla. Incluso su propio padre... Hace un año, cuando Salvador recuperó la memoria, ella llegó a mencionar la posibilidad de separarse. Después de todo, cuando lo encontraron, Andrea había ido personalmente a aquel pequeño pueblo pesquero. En ese entonces, él la miraba con desconfianza y rechazo, mientras que su actitud hacia Julia estaba llena de cercanía. Por suerte, después de recuperar la memoria, él le prometió que su esposa solo sería ella, que no habría nadie más. —Andrea, el lugar de mi esposa solo puede ser tuyo. Entre Julia y yo... en ese momento estaba sin memoria, nada de eso cuenta, ahora solo la veo como una hermana y como mi salvadora. Salvador tenía una personalidad bastante despota y caculadora, no le gustaba dar explicaciones y detestaba todo lo que representara complicaciones o conflictos. Por eso, el hecho de que en aquel momento se tomara la molestia de explicárselo con paciencia hizo que ella también aceptara a Julia como disque su "hermanita". Pero, llegados a este punto... ella estaba agotada. Cada día debía fingir ser generosa y amable, cumplir con elegancia el papel de esposa de Salvador, mientras que su marido... la dejaba sola cuando era rodeada por periodistas y metiches, permitía que otra mujer durmiera en lo que fue su cama nupcial, la dejaba esperando sola por atender a otra. Tal vez, irse era lo mejor para ambos. Si Salvador no quería ser el villano que destruyera este matrimonio, entonces sería ella quien pidiera la separación. Y cuando llegara el momento de enfrentar las preguntas de los periodistas, también sería ella quien lo hiciera sola. Mientras pudiera liberarse, todo estaría bien. Aquella noche, Andrea durmió en la habitación de invitados.

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