Capítulo 16

Teresa aún no se había recuperado de la repentina sorpresa cuando fue dejada atrás. Observó perpleja la figura de Tomás alejándose poco a poco, se apoyó en el suelo y se levantó lentamente. Justo cuando iba a correr tras él, de pronto recordó algo, se giró con brusquedad y miró a Elena con una expresión de triunfo. —¡Elena, te lo dije! ¡Delante de mí no tenías ninguna posibilidad de ganar! Elena la miraba en silencio mientras bajaba, paso a paso, por la escalera de piedra, hasta detenerse con orgullo justo frente a ella. Era unos cinco centímetros más alta que Teresa, así que al bajar ligeramente la mirada, podía ver con claridad el aire arrogante en los ojos desorbitados de Teresa. Al pensar en el reloj de bolsillo arruinado por el agua, y en todo lo que había vivido anteriormente con esta mujer, Elena sintió que ya era hora de saldar cuentas. Movió los dedos y las articulaciones, y una sonrisa adecuada apareció de pronto en su rostro. Entonces, ante la mirada llena de desconcierto de