Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 4

Esa cachetada fue dada con toda la fuerza del mundo, y el rostro de Elena se enrojeció al instante. Por instinto se cubrió la cara, su mente quedó aturdida por el golpe, quedando completamente en blanco. —¡Teresa! ¿Qué estás haciendo? Al reaccionar, una ira abrasadora surgió en el corazón de Elena, levantó la mano con la intención de devolver la cachetada. Pero esa cachetada no llegó al rostro de Teresa, ya que Tomás la interceptó con la mano. Tomás le sujetó la muñeca con fuerza, con un tono cargado de ira contenida: —Eli, Teresa no te ha hecho nada, ¿por qué le pegas? Elena retiró con brusquedad la mano que se le había entumecido por la presión, y replicó con voz temblorosa: —¿Yo le pegué? Tomás, pregúntales a quienes pasaban por aquí, ¡¿quién fue la que empezó?! Al oír esto, Teresa mostró de inmediato una expresión de lástima, con los ojos llenos de lágrimas. —Tomás, tú dijiste que era muy cobarde, que debía buscar oportunidades para fortalecer mi valentía, y por eso quise probar golpeando a la señora Elena en público para practicar, de otra manera no encontraba una oportunidad adecuada. Pero la señora Elena fue tan feroz justo ahora, que me asustó muchísimo. Al comprender la causa y el efecto, Tomás se enojó. —Te dije que fortalecieras tu valentía, ¿cómo se te ocurre hacerlo pegándole a alguien? ¡Y encima de todo, la persona que golpeaste fue Elena! Teresa sorbió por la nariz, y las lágrimas le caían como cuentas de un collar roto. —Lo siento, fui muy tonta. Dijiste que la señora Elena tenía buen carácter, pensé que si la golpeaba no se enojaría... no esperaba que... Al verla llorar tan desconsolada, el corazón de Tomás se ablandó por completo. Ya ni siquiera podía enojarse; mientras le secaba las lágrimas, trataba de consolarla. —Está bien, ya nadie te culpa por esto, no llores más, sé buena. Al presenciar esta romántica escena, Elena sentía rabia y dolor al mismo tiempo, y finalmente no pudo evitar gritar con dureza. —Tomás, ¡la que fue golpeada fui yo! ¿Con qué derecho la perdonas en mi lugar? Y tú, Teresa, ¿por qué finges ser la inocente otra vez? ¿A quién se le ocurriría usar una cachetada para entrenar su valentía? Teresa se estremeció del susto al oírla, y rompió a llorar con más desesperación, le faltaba incluso el aliento, como si fuera a desmayarse en cualquier momento. Tomás estaba tan preocupado que habló con indiferencia: —Ella solo es una niña, ¿qué tanta fuerza podría tener al darte una cachetada? ¿De verdad tienes que ser tan quisquillosa por eso? Ahora está tan arrepentida que casi se desmaya llorando. Eli, ya basta. Después de soltar esas crueles palabras, tomó en brazos a Teresa y se fue. Elena jamás se imaginó que él diría algo así; se sintió incrédula, como si hubiera caído en un pozo de hielo. Al final de cuentas, ni siquiera supo cómo logró regresar a casa. Durante todo el camino se repetía a sí misma que no debía llorar, así que se aguantó las lágrimas, y cuando por fin llegó, tenía los ojos completamente enrojecidos. Al verla, la empleada doméstica se sobresaltó por la marca roja en su delicado rostro. Le preguntó alarmada qué había sucedido, si alguien la había agredido, y de inmediato quiso llamar a Tomás para que regresara a defenderla. —No hace falta que lo hagas,— la detuvo ella en voz baja. Todo su dolor, se lo había causado él con sus propias manos. Elena se sentó frustrada junto a la ventana y se aplicó una bolsa de hielo durante una hora. Apenas había bajado un poco la hinchazón cuando recibió de pronto un mensaje de Teresa. —Señora Elena, ¿ya llegó a casa? Yo ya estoy en el hospital. Tomás está tan preocupado por mí. Apenas me desmayé y él reservó todo el piso VIP del hospital, y llamó a más de diez médicos para que me revisaran. —Ah, ¿y cómo está su herida? Todo fue culpa mía por no medir la fuerza, seguro le duele muchísimo, ¿no es así? ¿Por qué no viene ahora al hospital? Le puedo compartir uno de mis médicos para que revise si le va a quedar alguna cicatriz. Elena apenas leyó el tonto mensaje y se lo reenvió enseguida a Tomás. No fue sino hasta la madrugada que él respondió. —Teresa lo hizo con buena intención. Elena se echó a reír con frustración, y rió hasta que le salieron las lágrimas. Al instante, le envió un mensaje de voz. —¿La proteges tanto? Entonces, ¿por qué no te casas con ella ahora mismo? Le cedo mi lugar. Incluso los bendeciré a ustedes. Esta vez, Tomás respondió enfurecido. —Eli, ¿por qué otra vez estás diciendo cosas por enojo? Ya te lo he dicho muchas veces, mi esposa solo puedes ser tú. Con las demás solo estoy jugando. No te lo tomes tan a pecho, ¿sí? Descansa temprano. No te preocupes mañana volveré a acompañarte. Al leer ese mensaje, Elena sintió una profunda impotencia. Se rió de sí misma, y ya no quiso seguir hablando de cosas tan estúpidas. Apagó el celular.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.