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Capítulo 3

Aunque llevaban tres años de casados, no dormían juntos todas las noches. Mauricio decía que no le gustaba tener a alguien a su lado cuando dormía por las noches. Jacqueline sabía que simplemente no estaba acostumbrado a tenerla cerca. Mauricio sabía que a Jacqueline siempre le había molestado Rosaura, y ya tenía preparadas muchas excusas, pero para su sorpresa, ella aceptó de inmediato. —Está bien, hay muchas de mis cosas ahí dentro, las sacaré todas de una vez. Pensaba que, al fin y al cabo, hacerlo ahora o después no marcaba diferencia. Al oír que Jacqueline planeaba sacar todas sus cosas, él estuvo a punto de decir que no hacía falta. Pero Rosaura se adelantó y dijo: —Entonces, muchas gracias, Jacqueline. Ella no respondió. Con su cuerpo delgado, comenzó a cargar cajas para bajarlas por las escaleras. Había bastantes cosas dentro de las cajas, y justo cuando Jacqueline pisó un trozo de escombro en el suelo, resbaló y cayó de rodillas con fuerza. Las astillas se le clavaron en la carne. El dolor le hizo sudar frío por la espalda y mordió sus labios con fuerza. Pero Mauricio ya se había ido con Rosaura, y no lo vio nada en absoluto. Jacqueline sintió un dolor punzante y las lágrimas comenzaron a caer una a una al suelo. Antes, cuando vivía en la casa de los Torres, si Rosaura tan solo llevaba una mochila, Mauricio no lo permitía. Decía: —Rosaura es una princesa, y una princesa merece un trato especial. Cuando Jacqueline era solo la hija de una sirvienta, hacía los trabajos más duros y sucios, y si se lastimaba, a nadie le importaba. Ahora que Jacqueline era hija de nobles, y además esposa de Mauricio, seguía siendo igual. No importaba el momento, las personas a su alrededor siempre se inclinaban sin condición hacia Rosaura. Ella ya se había acostumbrado. Después de toda una tarde, Jacqueline por fin terminó de empacar todas sus cosas. Y llamó a un camión de mudanza para que las llevara. Mauricio le dijo: —Rosaura solo estará aquí por un tiempo. Cuando se vaya, volverás a vivir aquí. ¿Por qué tiraste tantas cosas? Mauricio sentía que Jacqueline había estado actuando de forma muy extraña en los últimos días. Jacqueline, tranquila como siempre, respondió: —Esas cosas ya estaban muy viejas, por eso las tiré. —Jacqueline, tú no eres una persona derrochadora. En efecto, Jacqueline nunca había vivido una vida lujosa y mucho menos había aprendido los modos de las mujeres de la alta sociedad. Ella solía usar sus cosas durante mucho tiempo. Jacqueline respondió con una sonrisa: —Ya llevaban mucho tiempo guardadas, así que quise sacar algunas. Lo viejo se va para que llegue lo nuevo. Pensaba que era igual que con las personas. Jacqueline dio una razón muy razonable, y seguir preguntando solo haría que él pareciera mezquino. Mauricio no insistió más y dijo: —Esta noche hay una subasta. Los organizadores me invitaron. Irás con Rosaura. Jacqueline tenía la intención de rechazarlo, pero Mauricio la interrumpió antes de que pudiera hablar. —Eres mi secretaria. No es apropiado que asista a un evento así sin llevar a mi secretaria. Jacqueline lo miró fijamente, con ganas de preguntarle: "¿Entonces sí es apropiado que lleves a Rosaura?" Pero sabía que no habría respuesta, así que simplemente asintió. Decidió considerarlo como el último deber que cumpliría como secretaria antes de dejar el trabajo. ... Por la noche, las luces de la subasta iluminaban el salón como si fuera de día. Los asistentes pertenecían a los círculos sociales más altos, eran personas astutas y experimentadas. En los últimos años, la familia Aguilar había hecho crecer mucho sus negocios, así que los organizadores se apresuraron a recibirlos. —Señor Mauricio, ya le hemos reservado un lugar. Puede tomar asiento en cualquier momento. Los organizadores le habían preparado dos asientos a Mauricio. —Señor Mauricio, escuchamos que se ha casado. El otro asiento es para su esposa. Las pupilas de los tres presentes se contrajeron al mismo tiempo. La noticia del matrimonio oculto de Mauricio había estado bien resguardada, nadie sabía de dónde se había filtrado. Jacqueline no pudo evitar mirar a Mauricio, esperando su respuesta. Ella no sabía qué haría él con tres personas y solo dos asientos. La respuesta no fue sorprendente: Mauricio lo negó. —No estoy casado. No sé de dónde ha salido ese rumor. —¿Y estas dos señoritas? —Pablo miró a las dos mujeres que estaban detrás de él. Mauricio primero tomó a Rosaura del brazo y la presentó: —Ella es la hija de la familia Torres, Rosaura. —Ah, con que es la señorita Rosaura. Luego, con cierto nerviosismo, Mauricio presentó a Jacqueline: —Y la otra es mi secretaria. Aunque ya conocía de antemano la respuesta, verla expuesta con tanta frialdad frente a sus ojos le hizo doler el corazón. Jacqueline reprimió el dolor en su interior, manteniendo una última pizca de dignidad. Al final, Mauricio se sentó con Rosaura, y Jacqueline se quedó de pie detrás de ellos. Quizás era el viento frío que corría en la sala de subastas, pero Jacqueline sintió un dolor punzante en la parte baja del vientre. Se sostuvo el abdomen con una mano y salió corriendo hacia el baño, como escapando.

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