Capítulo 49
Catalina se quedó perpleja al principio y, de inmediato, comprendió que él creía... ¿que lo estaba buscando solo para pedirle que regresara con ella?
Estaban demasiado cerca, en una postura excesivamente íntima, lo que hacía que Catalina se sintiera profundamente incómoda.
Aunque ya habían compartido momentos mucho más íntimos, en ese instante, sin embargo, estaba perturbada, incluso el aroma que él desprendía comenzaba a resultarle insoportable.
Intentó empujarlo, pero el hombre era como una roca: no se movió ni un milímetro.
Alejandro la observaba en silencio. En sus ojos profundos, como un pozo oscuro, se reflejaba con claridad la silueta de Catalina.
Se inclinó hacia ella poco a poco, y su rostro apuesto fue creciendo frente a sus ojos.
El aroma sutil y elegante que desprendía el hombre se volvió cada vez más intenso.
Eso hizo que, en lo más profundo del corazón de Catalina, comenzara a surgir una inquietud tenue.
—Alejandro, me voy —dijo.
—Catalina, ya te lo dije: no acepto vivir

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