Capítulo 138
La ridícula discusión acerca de que Erin se convertiría en una especie de concubina para Kieran fue descartada pronto.
Kieran se paró a mi lado en silencio mientras le decía a Erin que se fuera.
Nunca volvería a sacar el tema a colación, nunca.
Erin se sentó en la cama del hospital con la cabeza gacha, lloriqueando.
Tenía los ojos y la nariz enrojecidos por el llanto y, esperaba, por la vergüenza.
También le dije, no, le ordené, que renunciara a la estúpida idea de hacerse daño.
No iba a lograr nada.
Erina no dijo nada.
Tan pronto como fue dada de alta del hospital, la envié a un internado.
Todavía estaba en la ciudad, pero ella no viviría bajo el mismo techo que Kieran y yo, lo cual, para ser honesto, fue un gran alivio.
Se resistía a moverse, seguía arrastrando los pies con excusas de dolor de cabeza y necesidad de empacar, pero cedió cuando vio que mi paciencia se estaba agotando.
Le di un ultimátum: llévate el culo a la escuela o piérdete.
Se presentó a clase al día siguiente.
En m

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