Capítulo 40
Adriana intentó liberar su muñeca.
Salvador la jaló bruscamente hacia él, haciendo que su nariz se golpeara contra su pecho, impregnándola del aroma limpio y fresco que él desprendía.
Mientras Adriana estaba momentáneamente distraída, él le arrebató la pastilla anticonceptiva de la mano y la tiró en un contenedor de basura cercano.
—¡Salvador!— exclamó Adriana, furiosa.
Él curvó ligeramente los labios, mirándola con una expresión indescifrable: —Anoche, me llamaste Savi.
El rostro de Adriana alternaba entre el blanco y el rojo: —¿De verdad crees que con solo tirar mi pastilla voy a tener un hijo contigo?
Salvador, aparentemente sin interés en discutir ese asunto, ordenó: —Vamos al hospital.
—No voy.
—Marita sigue inconsciente en una cama. La causaste ese daño; ¿no deberías ir a disculparte?
Adriana sostuvo su mirada con firmeza: —No la lastimé, ¿por qué debería disculparme? Es ella quien saltó desde el balcón y me incriminó; soy yo quien debería demandarla.
—No intent

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