Capítulo 66
—No es necesario, gracias.— Adriana se dio la vuelta para irse.
Él la agarró de la mano, tirando de ella hacia sí: —Entonces, ¿qué quieres que haga?
—Quiero que me sueltes, tengo que ir a trabajar.— Ella intentó liberar su muñeca.
Al escuchar la palabra "trabajar", Salvador pareció conectar algunas ideas, entrecerrando los ojos ligeramente: —Gonzalo parece tratarte bien, ¿no?
—Mejor que tú.
El rostro del hombre se enfrió instantáneamente.
Adriana, sin embargo, se rió: —¿Es eso lo que querías escuchar?
Su expresión cambió de nuevo, mezclando diversión y enojo: —¿Comparas a tu esposo con tu jefe? ¿Qué te pasa? ¿Es que quieres ser la esposa del jefe?
Ella logró soltar su muñeca: —El hecho de que hagas esa pregunta es, en sí mismo, absurdo.
El rostro de la mujer permanecía sereno, sin mostrar ningún rastro de afecto hacia él, como si estuviera mirando a un desconocido con total indiferencia.
Los ojos de Salvador se oscurecieron un poco.
¿Realmente ella dijo que lo quería? ¿Era verdad?
¿Por

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