Capítulo 92
Adriana se detuvo casi por reflejo.
Se giró para mirarlo, sin mostrar demasiada expresión en su rostro, pero con un tono relativamente suave: —Pensé que te habías quedado dormido, pero resulta que estabas fingiendo.
Salvador soltó una risa fría: —Si pensabas que estaba dormido, ¿no se te ocurrió despertarme para que me fuera a dormir a la cama?
—Pensé que te gustaba dormir en el sofá.
—Me gusta dormir contigo.
Parecía un poco molesto con ella; cuando dijo esto, su tono se volvió más severo, y en sus ojos, que la miraban fijamente, había un matiz de agresividad inexplicable.
Adriana lo vio acercarse y, de manera inexplicable, sintió una punzada de temor, como si en cualquier momento él pudiera devorarla.
Giró sobre sus talones y subió las escaleras.
Salvador la siguió con pasos largos, pero no la detuvo; en cambio, la siguió silenciosamente hasta el dormitorio.
Cerró la puerta con un movimiento de su pie y luego extendió su brazo largo, agarrándola del brazo para empujarla contra la pue

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