Capítulo 83
Ella se dejó llevar como una marioneta, sin voluntad propia, mientras él la conducía hacia el carro.
Estaba tan confundida que ni siquiera entendió lo que él decía.
En cuanto Salvador subió al auto, la empujó contra el amplio asiento del interior.
Al ver que ella no reaccionaba, se inclinó para revisar, y solo cuando comprobó que no había señales de uso, suspiró aliviado.
Las lágrimas de Lorena seguían cayendo. Levantó la pierna para intentar empujarlo.
Salvador la levantó en brazos, y aprovechando esa posición, comenzó de inmediato.
—¡Suéltame! ¡Suéltame...!
Él alzó ligeramente la cabeza, y en su rostro deslumbrante se ocultaba una mezcla profunda de contención y satisfacción.
El corazón de Lorena ya estaba destrozado, hecho trizas.
Apoyó la frente contra su hombro, la nuez de Adán subía y bajaba mientras hablaba: —Si te gusta otro, solo no dejes que me entere. Sé discreta... Así yo puedo seguir engañándome, fingiendo que no pasa nada.
Su voz era ronca; la abrazó con fuerza: —Lorena..

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