Capítulo 16
Sin embargo, la aparente calma no duró demasiado.
La obsesión de Natalia no se desvaneció; al contrario, se retorció en una forma de acoso silencioso y constante.
Ya no intentaba montar escenas en público. Ahora lo esperaba.
Conocía el horario de Álvaro, y aparecía como una sombra frente a los edificios de clases, en la biblioteca, incluso bajo los dormitorios de los varones.
No lloraba a gritos, solo lo seguía con la mirada cargada de reproche y amargura, repitiendo una y otra vez:
—Álvaro, ¿por qué me tratas así?
—Me prometiste que cuidarías de mí, ¿ya lo olvidaste?
—Dame una explicación, o no me iré.
Ese acoso silencioso, persistente, resultaba mucho más agotador que un estallido histérico.
La paciencia de Álvaro ya se había agotado. Respondía con frialdad y se alejaba, pero ella siempre volvía a aparecer.
Una tarde, tras jugar baloncesto, Álvaro entró a su dormitorio y un perfume ajeno lo golpeó de inmediato.
Natalia estaba sentada junto a su escritorio, acariciando distraídamente

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