Capítulo 70
El corazón de Rocío, inicialmente inquieto y nervioso, se serenó al ver los niños.
Subió al podio, tomó la tiza del escritorio y rápidamente escribió su nombre en la pizarra.
Tomás le había enseñado a escribir, y su letra se asemejaba un poco a la de él. Su escritura era grande y elegante, nada que ver con su apariencia sencilla.
Aunque su mano estaba lastimada, lo que afectaba un poco su caligrafía, esta no era fea.
Después de escribir, Rocío levantó la mano, señaló las letras en la pizarra y, girándose hacia los estudiantes, les dedicó una sonrisa.
—Hola a todos y mucho gusto, me llamo Rocío y, a partir de hoy, seré su profesora de inglés.
El aula permaneció en silencio durante tres segundos antes de estallar en una ovación y aplausos.
—¡Bienvenida sea usted profesora Rocío!
Los estudiantes, entusiasmados, observaban a su nueva profesora, hermosa y dulce, con ojos brillantes tal cuales estrellas en el firmamento.
Tras unos minutos de alboroto, el delegado de clase

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