Capítulo 60
La sorpresa se dibujó en la cara de todos los presentes.
Giraron hacia la puerta siguiendo la dirección de la voz que hablaba.
Allí, apoyada en el marco de la puerta, estaba una mujer toda empapada, pálida, con rasguños en la frente y las mejillas, luciendo desaliñada y débil, pero aun así, era una hermosura.
¡Viviana!
Era Viviana.
Tanto el personal de la compañía como el de la fábrica la reconocieron inmediatamente; ella era la bellísima secretaria Viviana, cuya belleza solía alegrar los corazones de la gente.
David se levantó de un salto y se apresuró hacia ella para sostenerla, sus ojos brillaban como estrellas en el cielo: —Viviana, ¿estás bien?
La alegría inundó su corazón, sintiendo un impulso incontrolable de abrazarla con todas sus fuerzas.
Viviana esbozó una leve sonrisa: —Tuve suerte, no iba a morir tan fácil.
Había crecido en una aldea de pescadores, en la casa de su abuela junto al mar, y sabía nadar excepcionalmente bien, entendiendo cómo nadar hacia la costa cuando las ol

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