Capítulo 29
Esa frase logró que Ana y Carlos se detuvieran en seco y giraran la cabeza para mirar a la pareja fijamente.
A Oscar no le importaron en absoluto sus miradas; extendió la mano y tomó la de Belén con una expresión suave. —Vamos, entremos.
Carlos los miró de esa manera, y una mueca de furia cruzó su rostro. De repente, avanzó rápidamente y agarró con fuerza el brazo de Belén, gruñendo: —¡Belén! ¡Deja de fingir! Este Hotel Jardín Secreto ha sido reservado por una figura importante, alguien a quien ni siquiera la familia Fernández se atrevería a ofender. ¿Estás loca?
Por la ira, Carlos apretó más de la cuenta, y la piel clara de Belén pronto mostró una marca rojiza en su muñeca.
Oscar, rápido de reflejos, tomó la muñeca de Carlos y aplicó una ligera presión que lo obligó a soltarla por el dolor.
—Los asuntos de mi esposa no te conciernen —dijo Oscar con frialdad, y sus ojos oscuros mostraron una chispa de severidad.
Carlos no lo podía creer, y tampoco quería creer que un simple modelo com

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