Capítulo 136
—Ah, eh... sí, un poco.
Dijo, sonrojándose. No quería responder; ¿cómo iba a admitir que, después de llevarle la comida a alguien, ella también tenía ganas de comer?
Pero era cierto: tenía hambre y ver a otra persona comer solo hacía que le diera más.
Javier separó la mitad del arroz y lo sirvió en otro recipiente, luego continuó comiendo.
Ana no necesitó que Javier dijera nada para entender lo que quería. Tomó el recipiente enseguida, con una sonrisa radiante, y dijo: —¡Gracias, Javier, eres muy bueno!
Él se quedó sin palabras.
La comida la había hecho Ana, además la había traído ella misma.
¿Solo por darle la mitad, ya era "bueno"?
Javier nunca había sabido que eso podía considerarse ser bueno.
Desde niño lo habían llamado cruel, frío, incluso despiadado, pero nadie jamás lo había llamado "bueno".
Ana, en cambio, se lo había dicho varias veces.
Ella siempre comía con gusto, disfrutando cada bocado.
Quien comía con ella inevitablemente sentía que el apetito le mejoraba.
—Javier, ¿por

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