Capítulo 37
Este tipo de desafío extremo no es algo a lo que cualquiera se atreva a jugar.
Las personas de carácter débil, al ser sorprendidas de esta manera, incluso pueden quedar con secuelas psicológicas.
Sabiendo que Ana padecía de vértigo, engañarla para subir a la montaña rusa era ya una crueldad enorme.
Un coro de gritos agudos rasgaba el viento.
Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas…
Javier, con la mirada sombría y desbordante, preguntó: —¿Todavía quieren seguir jugando?
—No…no más.
—Sr. Javier, nos equivocamos.
—No más, yo… nosotros pedimos disculpas.
Javier frunció el ceño, y todos enmudecieron al instante, como si alguien hubiera pulsado el botón de silencio.
Todos sabían que Javier era un villano temible: si lo enfadaban, podía hacer cualquier cosa aterradora.
Parecía insatisfecho. —¿Que no quieren seguir? Eso no puede ser. Yo he decidido invitarlos a que disfruten a gusto. Vaya, vaya, cada día tienen más valor, hasta se atreven a ponerle las manos encima a mi gente.
La montaña rusa vo

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