Capítulo 60
Al escuchar a José decir que no había problema, la tensión que Ana llevaba dentro se disipó de golpe.
El semblante de Javier se ensombreció.
Era la primera vez, en esos dos días, que veía a Ana sonreír con tanta luminosidad.
Pero aquella sonrisa no era para él, sino para José.
Javier entornó los ojos y los clavó en José.
José seguía hablando con Ana, sonriendo como un zorro astuto.
De pronto, José se frotó la nuca; una sensación helada le recorrió la espalda. —Eh… bueno, Ana, tengo asuntos que atender, así que me marcho ya.
Ana se levantó para despedirlo: —Doctor José, que le vaya bien.
—No, no hace falta… no hace falta que me acompañes.
José salió casi corriendo; sobre Javier pesaba un aura asesina.
¡Javier estaba celoso!
Ya no se sabía si Javier solo fingía preocuparse por Ana o si, en realidad, había en él una pizca genuina de interés.
Alguien tan puro como Ana, después de convivir con ella, era difícil de no querer.
Sea como fuere, José debía regresar para preparar la velada.
Los a

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