Capítulo 41
Al ver a Lilia desmoronarse de aquel modo, Pilar se estremeció de ira y, de inmediato, descargó su rabia sobre Martín, gritándole.
—Te lo dije hace años: que no te ocuparas de esa perra, que la cortaras de raíz, que la dieras en adopción y que no la reconocieras nunca. ¡Pero no quisiste escuchar! Te ablandaste y la mantuviste todo este tiempo. ¿Y mira lo que ha salido de eso? ¡Mientras ella esté viva no tendremos paz jamás!
—¿Es que no vas a parar? —replicó Martín, furioso, encarándola con dureza—. Dime la verdad, ¿qué pasó con su caída al río? ¿Fuiste tú? ¿Me lo vas a negar?
—¡Qué tontería dices!
Pilar, tras insultarlo, se dio la vuelta; su pecho subía y bajaba con violencia, como si intentara ocultar algo, pero masculló entre dientes: —¡Y ni siquiera piensas en lo que ella hizo en el compromiso de Lilia...! ¡Con solo recordarlo me dan ganas de devorar a esa pequeña bastarda viva!
—¡Pero si ella solo es una niña, ¿para qué te empeñas en hacerle pagar tanto?!
Martín dijo con voz severa

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