Capítulo 50
Dicho esto, se acercó a su frente y, con mala intención, rozó la camisa hecha a medida que llevaba, cuya calidad y diseño eran de lo mejor. —¿Te la compró ella? Sinceramente, es bastante fea.
Mientras él no reaccionaba, ella apartó la colilla del cigarrillo que tenía entre los labios, ya casi consumida, y la presionó contra la tela de su pecho... con una fuerte intención de venganza le hizo un agujero en la ropa...
—¡Estás loca! —exclamó, y de un empujón la apartó.
Al ver cómo la tela de su camisa había quedado quemada por su travesura, se enfureció hasta el punto de querer estrangularla. No era que sintiera pena por una prenda que costaba varios miles de dólares; lo que le repugnaba era su comportamiento excéntrico y caprichoso.
Conocía muy bien el corte de esa camisa: no cabía duda de que pertenecía a una marca de alta gama en la que Lilia había invertido y que había sido diseñada y confeccionada especialmente para él. A Lilia le gustaba el arte; además de dominar el violín, también

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