Capítulo 81
—Hoy no es un buen día para tomar.
Al escuchar que Armando llamaba a su padre con tanta naturalidad, a Silvia se le contrajo levemente el párpado.
Subió a recoger el vino y ordenó a la criada que lo devolviera a la bodega.
Salvador chasqueó los labios; parecía que le apetecía una copa, pero no contradijo a Silvia.
—No, no, no beberé. Vamos, Armando, come un poco más. El chef de mi casa es todo un maestro.
Lo animó con entusiasmo y luego señaló varios de los platos que Silvia adoraba desde niña.
Gustavo, que estaba tratando de ganarse el cariño de Esperanza, al oírlo dijo obediente: —Lo que le gusta a mamá, a mí también me gusta.
Mientras lo decía, le dedicó a Silvia una sonrisa halagadora, pero la reacción de ella fue fría.
Gustavo se mostró un poco abatido, y Esperanza enseguida le sirvió algo en el plato. —Gusito, pruébalo.
—Gracias, abuela.
—No hay de qué, Gusito, qué niño tan educado.
—Es mamá quien me lo enseñó.
—¡Ah, con que fue mamá quien te lo enseñó! Entonces, Gusito es muy bu

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