Capítulo 27

Lilia, de manera instintiva, explicó: —Carolina, no me malinterpretes, Melchor y yo estábamos solo... Carolina ladeó un poco la cabeza, con una sonrisa cargada de ironía en la comisura de los labios. —No hace falta que lo expliques, ¡ya entiendo! Un hermano soplándole al ojo a su hermana... No pasa nada, no necesitas dar más explicaciones. Sus labios dibujaban una sonrisa, pero en su cara no había el menor rastro de alegría. Sara y Yago, que venían detrás, sintieron sin saber por qué que el ambiente se volvía extraño. Yago fue el primero en girarse hacia un hombre que estaba sentado cerca, con gesto despreocupado. —¿Lo hiciste a propósito, señalando la habitación equivocada? Aquel hombre bostezó sin mostrar la menor preocupación y respondió: —Perdón, me equivoqué, era la de al lado. Ese hombre conocía a Carolina; antes había sido cercano a Melchor. Ya circulaban rumores de que habían roto y, al ver que incluso había llegado a tendencias sin que nadie lo desmintiera, debía de ser cierto