Capítulo 64
Sí, tenía que ir cuanto antes a acompañarla, para que entendiera, de verdad, que aún la amaba.
Las discusiones recientes solo habían ocurrido porque ella había perdido la seguridad y, por eso, había dejado de confiar en él.
Y en cuanto a aquel rosario, podía volver a subir a la montaña para pedir otro para los dos.
Esta vez prometía llevarlo siempre consigo.
Sofía observaba el brillo en sus ojos; en su cara, aún hermosa a pesar de los años, se dibujó una leve mueca de burla.
Había vivido tanto, conocido a tanta gente, que leer el corazón humano nunca había supuesto para ella mayor esfuerzo.
—Melchor, ¿acaso no sabes lo que quiere Caro?
Él se detuvo un instante; la mano que colgaba a su costado se cerraba y se abría una y otra vez, sin cesar.
Ella necesitaba pruebas, y no podía aceptar su actitud de querer maquillar las cosas.
De pronto, en el corazón de Melchor brotó un pensamiento aterrador.
"Si Lilia lo había hecho a propósito, ¿qué debía hacer?"
El pecho se le apretó con fuerza, sin

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