Capítulo 1038
Desde que Baltazar había regresado a la casa de los Guzmán, no había salido mucho.
Pedro abrió la puerta del dormitorio; aquel era una suite, y el espacio dentro de la habitación era muy amplio, además de contar con un gran despacho.
En ese momento, Baltazar estaba sentado en el despacho, practicando caligrafía.
Al oír el sonido de la puerta, dejó caer lentamente el pincel que tenía en la mano. —Hacía tiempo que no practicaba caligrafía, ya estoy un poco oxidado —dijo.
Pedro se quedó junto al escritorio, sin mirar la caligrafía, y preguntó: —¿Fuiste tú?
Baltazar sonrió ligeramente y se tocó la barba. —¿Te refieres a lo de Lorena? Si lo hubiera hecho yo, ¿crees que ella seguiría viva? Mi buen discípulo desobedeció mi orden y fue a rescatarla; no sé a dónde se la llevó. Pero con él presente, no tienes que preocuparte por la seguridad de Lorena; lo que deberías temer es si, durante ese tiempo, ella no habrá creado algún vínculo con otra persona.
Baltazar sabía cómo pinchar donde dolía; la

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