Capítulo 1107
Al darse cuenta, más o menos, de que él no comprendía los sentimientos entre un hombre y una mujer, Rocío sonrió levemente y levantó la mano para intentar tocarle la cara. Sin embargo, no tenía la energía suficiente para hacerlo.
Sus ojos se enrojecieron por un instante; luego bajó lentamente la mano, con la garganta hecha un nudo. —Emilio, deseo que seas feliz.
Su pequeña mano cayó de golpe.
Emilio la abrazó con fuerza sin decir palabra, porque no sabía qué decir; solo sentía que el pecho se le rompía en mil pedazos.
Era como si alguien hubiera vertido sobre él ácido que le quemaba desde la garganta hasta el corazón.
Abrió la boca, pero no pudo pronunciar ni una sola palabra; únicamente pudo abrazarla, llorando desesperadamente.
¿Cómo podía existir alguien así? Una simple broma, que para él no había sido más que algo fugaz, para ella, en cambio, fue un destello imborrable. Un instante grabado en su memoria para toda la vida.
Rocío, incluso su nombre lo había recordado hacía poco.
Pero

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