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Capítulo 328

Sus labios ya estaban resecos de tanto llorar, y hasta ese momento no había bebido ni una gota de agua. Cuando Lorena le ofreció agua, lo hizo con tanta prisa que Juan terminó atragantándose y comenzó a toser con fuerza, tanto que hasta los mocos le empezaron a correr. Pero ella ni siquiera se percató, dejó el vaso a un lado y preguntó: —¿Es Gisela? Las pestañas de Juan temblaron y apartó la cabeza sin responder. Lorena soltó una risa: —Del psiquiátrico ya me avisaron, me dijeron que Gisela ya no está ahí. No me digas que le alquilaste un departamento, ¿verdad? Estos días sales temprano y regresas tarde, ¿también has estado yendo a verla? Juan abrió la boca, bajó la mirada y finalmente contestó con voz ronca: —Gisela sí me dio muchas cosas para tomar. Siempre que iba, había algo, así que nunca estuve seguro de qué fue lo que me hizo caer en esto. Lorena lo tomó del cuello de la camisa de un tirón, mirándolo desde arriba con autoridad. —¡Juan, abre los ojos de una vez! ¡Ella quiere dest

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