Capítulo 488
No importaba lo agitado que estuviera el mundo afuera, allí, junto a Lorena, reinaba una calma absoluta.
Ella llevaba ya cuatro horas arrodillada en el vestíbulo de la mansión Jardines de la Paz, con las rodillas completamente entumecidas, sin atreverse a ponerse de pie.
No estaba segura de sí Pedro, por su culpa, terminaría involucrando a otras personas.
Mientras seguía arrodillada, el dolor en las rodillas se volvía insoportable, así que, sin poder evitarlo, se acercó unos pasos al sofá.
Era extraño: desde que Pedro había subido al piso de arriba, no había vuelto a bajar, y tampoco había otros sirvientes en la mansión; todo estaba vacío y silencioso.
Bostezó; la noche anterior había estado con Arturo vigilando a Sergio y no había dormido ni un minuto.
Ahora, exhausta y somnolienta, sin darse cuenta, se recostó en el sofá y se quedó dormida, llegando incluso, en sueños, a aferrarse a la almohada más cercana, con la parte inferior del cuerpo en el suelo y la superior buscando una posic

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