Capítulo 552
Yago cruzaba los brazos sobre su pecho, sujetando un cigarrillo entre los dedos, y su mirada rebosaba de burla.
—Tío Pedro, ¿Lori ha estado feliz últimamente?
Él nunca había renunciado a Lorena, y al pronunciar ese apelativo, su tono siempre era ambiguo.
Pedro pasó frente a él sin detenerse.
Yago, ahogado por el humo, tosió varias veces y dijo con ironía: —Durante la cena, mencioné ese presidio a propósito, tío. Vas cada año al Cementerio de la Esperanza, pero parece que no es para honrar a la señorita Yolanda. ¿Será que tienes algún secreto que nos ocultas a todos?
Estas palabras hicieron que Pedro se detuviera.
Se volvió para mirar a Yago, y en sus ojos asomaba una sonrisa que no era sonrisa.
Yago sintió que su humor cambiaba en un instante, como si el lodo empezara a cubrirle desde los pies, volviéndose sombrío y escalofriante.
Pedro arrancó distraídamente una hoja cercana con la punta de los dedos; la savia tiñó sus yemas.
—Las personas que saben demasiado, por lo general no viven

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