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Capítulo 855

Ella colocó la silla de ruedas frente a él, pero Pedro pasó de largo. El entrecejo de Lorena se frunció; respiró profundo y lo siguió. Sin embargo, al fin y al cabo él seguía herido: aunque avanzara unos pasos movido por la terquedad, no tardaba en detenerse para recobrar aliento. Ella se quedó de pie tras él sin decir una sola palabra. Al volante iba de nuevo César, mientras Pedro se acomodaba en el asiento trasero. Lorena también subió a los asientos de atrás y sintió que el ambiente dentro del auto era sumamente opresivo. César, sentado en la parte delantera, permanecía callado; Pedro tenía los ojos cerrados, y a ella tampoco le quedaban ganas de hablar. Solo cuando el auto se detuvo frente al registro civil, Lorena bajó primero y lo esperó paciente afuera. Pedro, todavía dentro del vehículo, abrió los ojos con lentitud y, a través de la rendija de la ventanilla, se quedó mirándola fijamente. No era la primera vez que lo hacía, pero a Lorena siempre le parecía que esa mirada llevaba

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